La inflación era un potro que se había logrado domar en Colombia desde que esta se bajó a un dígito. Se convirtió ese control casi en el objetivo principal del Banco de la República y casi siempre lo logró. Sin embargo, la nueva realidad mundial tiene al país cabalgando en un alza de precios que nos recuerda épocas para olvidar. Ni los esfuerzos con el alza de las tasas de interés que superaron toda expectativa han logrado poner fin a esta situación, porque en esta oportunidad son diversos los factores que afectan este fenómeno.
La inflación que vive el país es parte de lo que sucede en el mundo entero. Las grandes economías del mundo están viviendo la misma situación por fenómenos relacionados con la escasez de ciertas materias primas y de productos, la invasión a Ucrania, la afectación del comercio mundial tras la pandemia que aún no recupera su normalidad logística y el aumento de la demanda en muchos factores. Se cree que personas que tenían ahorros, por la obligatoriedad de estar encerradas en sus casas tras la pandemia, han decidido “desatrasarse” en gastos y esto se ve reflejado en un mayor consumo de los hogares.
Este fenómeno es más grave en otros países del área como en Argentina o en Venezuela, que ya tenía carga acumulada, pero lo de Colombia es tan grave, que en seis meses la inflación se consumió el incremento del 10 por ciento en el salario mínimo, el más alto en mucho tiempo. Por esto, se dice que la inflación es el impuesto de los pobres, porque es a quienes más afecta; de hecho, mientras la inflación en promedio año llega al 9,37% en el país, para las personas con menos recursos ha sido del 11,14%, según el DANE. Esto es más grave cuando la mayor presión viene del sector de alimentos y bebidas no alcohólicas que llegó a una variación de casi 23%. En el acumulado del 2022 la inflación va en 7,09% y se teme que pueda superar los dos dígitos al final de año.
Las perspectivas de una recesión mundial, empujada por las malas cifras de crecimiento en los Estados Unidos y China, han llevado a una gran revaluación del dólar en el mundo, y eso encarece muchos de los productos y alimentos importados en Colombia, lo que añade más presión al aumento de los precios.
Además de los alimentos, los servicios públicos han incrementado sus tarifas tanto a hogares como empresas en valores que no parecen justificados. La energía eléctrica, por ejemplo, que tiene a las hidroeléctricas con los embalses llenos, debería estar protegida de los altos precios de los combustibles fósiles y tener tarifas más bajas en este momento.
El Gobierno entrante habla de la necesidad de potenciar la producción nacional para ayudar a que la inflación ceda, igual que el dólar, pero es difícil que se traten de medidas que puedan impactar pronto. Por eso, lo que debe mirarse es cómo se logran medidas de choque o incluso dar la discusión de qué tanta inflación estamos dispuestos a tolerar sin afectar la recuperación económica, dura tarea para los equipos económicos, porque no necesariamente la solución macroeconómica será la mejor para los millones de colombianos que viven al día día en la realidad microeconómica.