Era de esperarse que la llegada de un Gobierno de izquierda a dirigir los destinos de Colombia viniera con un ímpetu de cambio para corregir cosas que no marchan bien, de acuerdo con la mirada de quienes están en ese lado del espectro político. Este Gobierno ha desperdiciado oportunidades importantes para explicar tales cambios, por cuenta de los bandazos de altos funcionarios, las salidas en falso de otros y la permanente opinadera del presidente, Gustavo Petro, en sus redes sociales. Este desgaste ha derivado en que las discusiones importantes terminen yéndose por las ramas, como ha sucedido con la Reforma a la Salud, que se espera se presente finalmente hoy.
Lo que esperaba la mayoría de los colombianos con el triunfo de la Colombia Humana en el más alto cargo del país era un cambio muy fundamentado y organizado, teniendo en cuenta que el líder de esa organización llevaba por lo menos 12 años pensando en llegar a la Presidencia. La sorpresa ha sido que no había tal preparación y que apenas se siguen ajustando las ideas de cómo lograr los cambios estructurales propuestos. Poco a poco, en algunos asuntos de manera dolorosa, quienes hoy están en el poder van descubriendo que proponer resultados siempre es más sencillo que conseguirlos. Generalmente las buenas ideas se pierden en los cómos.
A falta de una mejor comunicación y de no lograr encontrar que varias ideas convenzan, el presidente Petro decidió actuar como candidato y convocar a la gente a las calles para que apoye sus propuestas, a sabiendas de que todavía falta una mejor socialización. Estas requieren, como todas las que buscan implementar políticas públicas que cambian lo que antes se traía, que haya participación de quienes se ven beneficiados, de quienes conocen el tema y de quienes padecen por cómo malfuncionan. Esa es la expresión justa para este momento de proposiciones, no que se presione en calle lo que aún no está claro.
Menos conveniente es que el presidente opte por este tipo de presión a los políticos y a los gremios, al percatarse de que no la tendrá fácil en el Congreso de la República, pues hasta miembros de su Gabinete han advertido riesgos en algunas propuestas. Eso es lo normal y se espera que haya dialéctica y se llegue a consensos desde la conversación. Es obvio que quienes decidieron votar por Gustavo Petro esperan cambios, pero no tiene que partirse de una supuesta reinvención del Estado, pues hay muchas cosas que funcionan. Se requiere es revisar qué se debe promover para que se logre que las cosas mejoren, seguramente hay asuntos que se deben replantear en más profundidad y también entender que no necesariamente un Estado fuerte es el que ejecuta todo.
El Estado poderoso se consigue aplicando control para que las ejecuciones privadas se hagan en cumplimiento de la ley; es el que corrige las desviaciones que llevan a las desigualdades, es el que procura que haya más oportunidades para todos, pero esto no es solo con gasto público. Ojalá este llamado del presidente a apoyar sus aún no suficientemente difundidas reformas no derive en lo que ya han hecho otros gobiernos de izquierda en países latinoamericanos, que poco a poco van torciéndole así el pescuezo a la democracia.
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