El proceso de paz con las Farc se estableció sobre un compromiso que para muchos era el más importante de todos: la no repetición. Había una promesa expresa en este sentido de quienes hacían la guerra en nuestro país y, al lado de esto, una esperanza de la ciudadanía de que podría vivir en paz en los lugares donde las Farc y las Autodefensas sembraron su barbarie. Uno de esos escenarios de la guerra en Caldas es la vereda Cristales, en plena selva de Florencia, en Samaná (Caldas).
Este sitio fue el cuartel de personajes de crueldad extrema como los alias Karina, Iván Ríos, Rojas y Kadaffi. Allí tuvieron a decenas de secuestrados, fue el centro de la zona de despeje no declarada que hubo entre Caldas y Antioquia, por la falta de presencia militar y policial; desde allí salieron cientos de guerrilleros a acabar con Arboleda, con Nariño y con otros caseríos y localidades. Se trata de un lugar que desde hace por lo menos una década empezaba a cambiar el significado que le daban de violencia, llenado por las crueldades de las agrupaciones armadas. Además, es de las zonas más hermosas que tiene Caldas, una fábrica de agua.
Poco a poco, los campesinos de este sector venían recuperando la tranquilidad. Las Fuerzas Militares habían logrado con éxito desminar la zona, que estuvo sembrada de estos artefactos durante años, se mejoraron algunas vías, se apoyaron programas en sus alrededores para los campesinos, volvió la educación a las veredas, aunque con ciertos traumatismos. No obstante, primero advertimos del regreso de sembradíos de coca en la zona; después del paso de grupos armados que empezaban a hacer notar su presencia con panfletos y cobros extorsivos; detrás llegó la minería ilegal. Más adelante, las Fuerzas Armadas dieron cuenta de la destrucción de esos cultivos, de operativos en los que daban con caletas con armas y también de la destrucción de equipos para la minería.
Sin embargo, los campesinos están teniendo que vivir la repetición de una historia que ya conocieron y que solo dejó luto en nuestro departamento. Un operativo el fin de semana en Cristales, territorio caldense, del Gaula Militar Antioquia, mostró que alias Camilo, que protagonizó el paro armado de hace dos semanas en el suroriente antioqueño, límites con Caldas, está más que presente en la zona. Llama la atención que no fuera un operativo conjunto con organismos caldenses. Confiamos en que haya sido coordinado entre las dos jurisdicciones, pues queda el sinsabor de no haber dado con el cabecilla.
El enfrentamiento, que dice el Ejército se dio allí, revivió momentos de la peor época de la guerra que se libró en el oriente de Caldas. Es la repetición de lo ya vivido, como esas Guerras recicladas de las que habló la periodista María Teresa Ronderos en un libro que es clave para entender esos bucles del conflicto armado colombiano. Es necesario que el Estado cumpla el compromiso de impedir la repetición. No basta con que los mismos guerrilleros de antes no sean los violentos de hoy, debe haber una acción coordinada de los entes gubernamentales, militares y de policía para que el territorio no vuelva a sufrir los males que ya padeció. Las lecciones aprendidas deben servir para evitar repetir los errores pasados.
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