Los cafeteros del país demostraron otra vez la cohesión gremial con el vehemente llamado que le hicieron al Gobierno de Gustavo Petro en la instalación del 92 Congreso Cafetero el miércoles en Bogotá. Estar unidos es bueno para sortear los graves problemas de la caficultura, fuertemente afectada por la caída de precios, mucho más bajos que los de la producción; la reducción en la producción del 9,11% frente al 2022 como efecto de las intensas lluvias de los últimos tres años, considerada la más baja en la última década, y a estas dificultades que han tenido que enfrentar solos tienen que sumar las presiones del Gobierno, que en el último año no ha sido un aliado para los cultivadores ni para la institucionalidad representada en la Federación Nacional de Cafeteros.
Ha sido la declaración gremial más fuerte de los últimos años y tienen motivos de sobra. El Gobierno ha subvalorado la experiencia cafetera de 96 años y se ha dedicado más bien a sembrar dudas que no benefician ni promueven la estabilidad del sector. En buena parte el discurso estuvo dirigido al ministro de Hacienda, Ricardo Bonilla, a quien le dijeron que esta cartera ha promovido instancias paralelas que hablan incluso de reestructurar la entidad, cuando hacerlo solo les compete a los cafeteros, o de crear una comisión de la verdad que se emplea para situaciones al margen de la ley. Es hora de que este Ministerio con el de Agricultura asuman una seria responsabilidad con los cafeteros colombianos y les ayuden a superar las dificultades con políticas públicas y con recursos. Que los ministros y el Gobierno en general dejen a un lado dogmas ideológicos y radicales, que nada le están aportando a instituciones como la cafetera, a la que tanto le debe el país porque en sus épocas doradas logró sustituir lo que el Estado no pudo hacer en vías, escuelas, puestos de salud, electrificación rural, acueductos y sobre todo para cualificar al cafetero y sus familias. Seguro se pueden mejorar cosas, pero para exponerlas no se tienen que promover enfrentamientos, sino diálogos.
El Gobierno nacional, si quiere mantener vigente la calidad de su producto insignia y a los caficultores en unas buenas condiciones de vida, debe enfocarse en la necesaria renovación de cafetales para hacerlos más productivos, alimentar con recursos el Fondo de Estabilización de Precios del Café y construir los costos de producción para hacerla operativa; pero no tiene preocupación dedicarse a hacer reuniones casi secretas, como ocurrió con la llamada asamblea cafetera realizada por el Minagricultura el martes en Huila sin tener en cuenta a la Federación. La institucionalidad existe y el Gobierno lo sabe, esa es la instancia a la que debe acudir para lo que requiera conocer del gremio.
Desde el Congreso del año pasado se presagiaba que este 2023 no sería fácil para la caficultura, pero si el Gobierno Petro hubiese acompañado realmente al sector la situación sería diferente. Los productores del grano invitaron a escuchar, a hacer y a transformar y ojalá cada una de estas acciones se cumplan en la práctica como mantra durante el 2024. Fácil haberlos escuchado desde un inicio, aceptando la autonomía de un gremio a punto de cumplir 100 años que a través de su gerente, elegido democráticamente, busca apuntarle a la austeridad y a la modernización. Ellos ya hacen las tareas, ahora debe hacerlas el Gobierno nacional.