Otro día de marchas. Las de hoy en por lo menos 30 municipios de Colombia y en 4 ciudades de Estados Unidos y Canadá donde hay colombianos radicados. Es una convocatoria que fueron madurando desde hace meses políticos y sectores de oposición al presidente Gustavo Petro y recibió el respaldo de ciudadanos y gremios que están en desacuerdo con las acciones, las políticas y las formas del Gobierno nacional; al que no se le ven avances que representen el cambio prometido. Hay desgaste, cansancio, preocupación, desconfianza; porque ni las cifras ni los hechos ayudan a levantar la imagen presidencial ni la de su equipo.
Todos son motivos para salir a marchar, pero igual que se dijo en el 2021 con el estallido social, movido por orillas políticas contrarias a las que marchan hoy, una cosa es ejercer el derecho a la protesta social, consagrado en la Constitución para reunirse y manifestarse pública y pacíficamente, y otra es acudir a vías de hecho que alteren el orden público con los bloqueos de vías por ejemplo. El llamado que hacemos a los marchantes es a que lo hagan pacíficamente, que seguro ocurrirá con la mayoría; pero en actividades de este tipo bien fácil es que unos pocos hagan de la suyas. Es lo que los organizadores, la ciudadanía, pero en especial las autoridades tienen que evitar. No hay que sumarle más problemas a Colombia, hay que ayudar a superarlos porque nos conviene a todos como país, en lo económico y en lo social. En ese sentido las marchas parecen estar cayendo ya en desgaste, cualquiera sea el que las convoque. Semanalmente algún lugar tiene alterada su normalidad por estas actividades. Insistimos, son un derecho, pero también parece el momento de transitar a otras formas de expresar desacuerdos. Por qué no volver a los debates, a mecanismos de participación ciudadana en los que están los cabildos abiertos, las iniciativas legislativas de autoría de las comunidades; inclusive la consulta popular, pero sin salirse de lo que señala la ley.
Lo que no es lógico es que el presidente Petro quiera valerse de algunos de estos mecanismos para imponer sus ideas, para poner a andar una constituyente que le permita ejecutar lo que no ha podido por vía legislativa, como sucedió con la reforma a la salud, que empezó a aplicar él mismo por decretos. Cualquier intento con esta figura debe surtir los requisitos legales, lo contrario será pisar terrenos de nocivas y peligrosas dictaduras. Ejemplos hay varios en la convulsionada Latinoamérica.
Muchas cosas están ocurriendo en la vida nacional y son pretexto para salir a marchar porque están golpeando a todos los sectores. Lo que debe entender el Gobierno es que ahí hay un fuerte mensaje ciudadano, más allá de su génesis en la oposición, que deberá saber leer e interpretar para corregir lo que sea necesario. Igual que en el estallido social, el Gobierno debe garantizar la movilización, que es de todos los sectores. No se trata de reunir gente para tomarse fotos, publicarlas por redes sociales y mostrar que son más o menos los que quieren la salida de Petro. Lo que está ocurriendo en Colombia es bastante serio y hay que enfrentarlo, pero entre todos, protegiendo las instituciones, ese debería ser el principal motivo para salir a marchar hoy.
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