Se diluye el anhelo de que los XXII Juegos Deportivos Nacionales, que se celebrarán en el Eje Cafetero, del 11 al 23 de noviembre, y los VI Paranacionales, del 2 al 10 de diciembre, fueran el motivo para volver a unir a Caldas, Quindío y Risaralda. Ya son muchas las dificultades técnicas, administrativas y los retrasos que atraviesan las capitales y departamentos para construir los 19 escenarios que se utilizarán para estas justas, incluyendo uno en el Lago del Darién, Valle del Cauca, que está en riesgo de no poderlo tener listo para estas fechas.
Faltan menos de siete meses para los primeros encuentros deportivos y aunque los avances de obra son diferentes en cada ciudad, ninguna reporta desarrollos que den tranquilidad y confianza en que la región vaya a lograr cumplir con todos los espacios que se requieren para albergar a los deportistas y a todos los que se mueven alrededor de un evento de este talante. En el caso de Caldas, de seis escenarios anunciados, solo uno tiene un progreso significativo: el Centro Internacional de Aguas Abiertas que se levanta en Chinchiná y está en el 70% de construcción.
El resto del panorama es lánguido. El Coliseo Menor va en un 10%; el Patinódromo del Bosque Popular en 6%; el Coliseo Mayor no marca porcentajes de avance e incluso en los registros oficiales han cambiado los valores de inversión; la licencia para el Complejo Acuático, también en el Bosque Popular, sigue sin salir de la curaduría, y por diferencias administrativas entre la Alcaldía de Manizales y la Gobernación de Caldas descartaron este año hacer para los Juegos el Coliseo Multipropósito, que en su último intento estuvo programado para ejecutar en la Baja Suiza.
En Risaralda, de siete escenarios que deben hacer en Pereira, el más adelantado es el Complejo Acuático con un 9%, los restantes están entre 3,27% en el Coliseo Menor y hay tres con 0% como las Canchas de tenis de campo, el Coliseo Multipropósito y el Campo de tiro con arco. Lo de Quindío es más preocupante. De cinco espacios que debe tener listos, el de mayor avance es el Coliseo del Café con 0,4% y todos los proyectos de Armenia corren el riego de no tenerse a tiempo para los Juegos. Así las cosas, y teniendo en cuenta los tiempos prolongados que demanda lo público, la región debe poner el pie hasta el fondo del acelerador para cumplirle al país.
Los Juegos pudieron ser una oportunidad de volver a unirnos, respetando la autonomía de cada departamento, pero al menos haber definido los mismos parámetros de planeación para la correcta ejecución de las obras, pues el fin es igual para todos. Haber pensado en cosas como pliegos comunes para agilizar las contrataciones, que tanta demora tienen en el sector oficial; o en gestiones con las curadurías urbanas para que, sin dejar de cumplir las normas, les dieran prioridad a estos proyectos, que en Manizales son parte de las dificultades. Ni las autoridades ni la ciudadanía parecen haber entendido lo que representa para cualquier región ser sede de un evento de estas características. El impacto no solo es en lo deportivo, también es un detonador de la economía y así debió pensarse y actuarse.
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