La tauromaquia en Colombia todavía no es perdedora, ni la victoria completa la han conseguido animalistas, políticos y malquerientes de este arte. La aprobación del proyecto de ley que eliminaría las corridas de toros, el rejoneo, las novilladas, las becerradas y las tientas en tres años debe pasar a conciliación entre Cámara de Representantes y Senado antes del 20 de este mes, si no ocurre se hundirá antes de que el presidente Petro lo sancione como ley. De otro lado, se anuncian demandas que con seguridad llevarán esta ley a control de la Corte Constitucional, que como guardiana de la Carta Magna deberá establecer si este proyecto es inconstitucional y se incurrió en vicios de procedimiento porque no lo tramitó la comisión que le correspondía, entre otras irregularidades señaladas en el Congreso.
Si esta alta Corte falla en derecho, las corridas se salvan; pero si la decisión es política, las corridas desaparecen. Es más que evidente que se están vulnerando derechos a la libertad, al trabajo, a la profesión u oficio de las personas que tienen que ver con la tauromaquia, y que el proyecto de ley no fue elaborado bajo condiciones de igualdad al dejar por fuera espectáculos como las corralejas y el coleo, que son de interés en otras regiones y en los que también se usan los toros para actividades bastante violentas y sin ninguna técnica.
Dudas quedan en los pasillos de la Cámara porque cuando se trató de archivar este proyecto, minutos antes apareció en el recinto el ministro del Interior, Luis Fernando Velasco, siendo una iniciativa de autoría de la senadora Esmeralda Hernández. Es claro el interés del Gobierno en este tema, tanto así que Petro escribió por su cuenta de X: “Felicitaciones a quienes por fin lograron que no sea un espectáculo la muerte. Quienes se divierten con la muerte de animales terminarán divirtiéndose con la muerte de seres humanos; como los que queman libros terminarán quemando seres humanos (sic)”.
Lo que escribió el presidente de los colombianos es ofensivo, irrespetuoso y salido de contexto con un sector, integrado por muchas personas entre ellos niños, que está buscando defender unos oficios, una economía y el gusto por un arte que no tiene porqué ser del agrado de todos. Recordarle que vivimos todavía en una democracia. Sobre todo Manizales, donde la propia Corte declaró las corridas de toros patrimonio cultural, es de las ciudades que resultarán más afectadas, así lo aprobado por los políticos del país mencione que habrá una reconversión laboral en estos tres años, pero el proyecto no cuenta con viabilidad financiera que garantice que el Gobierno tiene los recursos para hacerlo.
Cualquiera sea la suerte de esta prohibición de las corridas, Manizales ya tiene que estar pensando en lo que va a hacer con su Feria. Es una tarea de todos, liderada por la Alcaldía y los gremios, porque los damnificados también serán los hoteles, los restaurantes, los transportadores, los comerciantes, entre otros. Sin temporada taurina, cómo hacerla igual o más atractiva para que a la ciudad sigan viniendo turistas con alta capacidad adquisitiva, como ocurre cuando hay corridas. No son tiempos buenos, porque además quedan en alto riesgo de desaparición los toros de lidia como raza y buena parte de los trabajadores de las ganaderías del país. Señores Corte Constitucional, en sus manos.