El caso Odebrecht en Colombia que ha cobrado la caída y encarcelamiento de pesos pesados de la política en países como Perú, Ecuador, Brasil, Bolivia, entre otros, ha brillado por su parsimonia en los despachos judiciales colombianos. La que fue tal vez la más importante constructora que llegó a tener Latinoamérica cayó en la tentación de pagar sobornos a cambio de adjudicaciones de obras civiles y tendió sus tentáculos permeando con corrupción a todo tipo de esferas del poder, pero el capítulo colombiano parece extemporáneo. Apenas ahora la Fiscalía anuncia que imputará cargos contra 50 personas, 33 de ellas exfuncionarios.
Lo triste es que no es la excepción, sino la norma, la dilatación en un caso tan importante como el de Odebrecht, en el que apenas han pagado un par de personas, entre ellas el caldense Roberto Prieto. En Colombia lo habitual es que la justicia, si es que llega, se tarde muchísimo, lo que termina por dar cierta sensación de impunidad. Es un poco lo que reclamó esta semana el presidente, Gustavo Petro, quien indicó que buena parte de los culpables los dejaron viajar a Brasil, donde gozan de impunidad frente a la justicia colombiana, lo que en parte es cierto. La realidad es que la firma que llegó a ser prestigiosa y que construyó obras de gran envergadura en todo el continente, incluida la represa Miel I, esta con unos estándares de eficiencia que fueron reconocidos en su momento, hizo mucho daño a la probidad de los países en donde metió las manos con su idea de quedarse con los grandes contratos.
Es tan lamentable lo que sucede con la justicia en el país, que el grupo Aval, accionista principal de Corficolombiana, prefirió hacer un acuerdo con la Comisón de Bolsa y Valores de Estados Unidos para evitar un proceso complejo. Pagará una multa millonaria diferida, al aceptar que incurrió en sobornos para hacerse con el contrato de la Ruta del Sol II, lo que muestra lo peor de la administración pública colombiana, donde ni la justicia de nuestro país ni su sistema carcelario cumplen con persuadir. Solo cuando llegan los casos al país del norte, se le teme a la seriedad de su sistema y se corre a hacer acuerdos, a aceptar lo que aquí se niega, situación que desdice mucho del respeto por nuestra institucionalidad.
Odebrecht es apenas la punta del iceberg de la corrupción latinoamericana, esa constante que muchos quieren hacer ver como inefable, condición que otros nos resistimos a aceptar y creemos que es posible torcerle el pescuezo. Por eso es importante votar bien, escoger a los mejores gobernantes. Dice contundente la Fiscalía al anunciar estas nuevas vinculaciones, que no hay duda de que recursos de esa empresa entraron a las arcas de las campañas de Juan Manuel Santos, cosa que se dice por primera vez desde este ente acusador, lo que se suma a lo ya conocido de la campaña de Óscar Iván Zuluaga. Si los poderosos tienen tanto interés de meter sus dineros en la Presidencia de un país es porque quieren algo a cambio, esa es la corrupción, que necesita de dos, de los políticos que reciben las coimas y de los privados que las ofrecen. Que no se pierda de vista, así sea de manera extemporánea.
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