Es positivo el acuerdo de cese el fuego bilateral que se firmó ayer entre el presidente de la República, Gustavo Petro, y Eliécer Herlinto Chamorro, alias Antonio García, comandante del Ejército de Liberación Nacional (Eln), al cierre del tercer ciclo de la mesa de diálogos de paz que se desarrolló en La Habana (Cuba). Será un cese de hostilidades por seis meses, tendrá un carácter nacional y transitorio y se ejecutará por etapas. La primera es de aplicación en terreno de los mecanismos de verificación a través de delegados de la ONU, la iglesia y la sociedad civil; la segunda de socialización y pedagogía de los protocolos a las Fuerzas Militares y a los frentes del Eln; la tercera de alistamiento y desescalamiento del conflicto, antes de que entre a regir, esperan que sea en agosto, el cese el fuego nacional.
Las partes se comprometieron a que lo acordado tendrá impacto en las comunidades más golpeadas por el conflicto, habrá participación de la sociedad civil en la negociación y en todo el semestre habrá aplicación del Derecho Internacional Humanitario. El presidente dijo que esta guerrilla por fin pacta en un proceso de paz parar el uso de sus armas durante este tiempo. Casi todos los gobiernos anteriores lo intentaron sin lograr resultados en beneficio de la paz, pero no porque el Estado haya faltado a su palabra. Ha sido recurrente que en medio de diálogos y acercamientos sea el flanco de los guerrilleros el que active otra vez sus armas y sus incursiones.
El país hace votos para que esta vez, en el periodo del Gobierno del Cambio que llegó con la idea de la paz total, sí sea verdad la voluntad que el Eln comprometió con la firma de sus jefes máximos. Nicolás Rodríguez Bautista, alias Gabino, anunció el jueves por un video a sus militantes que firmaron dos acuerdos esenciales: el cese el fuego bilateral y medidas de participación política de esta guerrilla. Dejó claro que en la mesa de diálogo están defendiendo las políticas oficiales del Eln y anunció que se la van a jugar en un trabajo político activo, decidido y hasta las últimas consecuencias porque esa es la esencia de ser guerrillero e insurgente. Ojalá entiendan que ya no hay espacio para impunidades en el derecho internacional y que en todo caso, no puede haber mayores ventajas en la negociación que anteriores procesos de paz.
Sin embargo, la confianza que existe en el Gobierno sobre lo pactado con el Eln no es la misma entre la ciudadanía. De ingrata recordación resulta lo sucedido a finales de marzo de este año, cuando en medio de la primera mesa de diálogo que se llevaba a cabo en México y aunque habían expresado su intención de desescalar el conflicto, emboscaron una unidad del Ejército en zona rural de Norte de Santander en la que murieron nueve militares y otros siete quedaron heridos. Esta vez se espera la efectividad de los mecanismos de monitoreo y verificación anunciados, que se instalarán en las próximas semanas. Además que se tenga el carácter para suspender lo acordado si en cualquier momento incumplen.
Por el bien del país, ojalá lo pactado funcione según los compromisos. Los diálogos con el Eln llevan siete meses y tres ciclos. El primero fue en noviembre en Caracas (Venezuela), el segundo en febrero en Ciudad de México y el que terminó en La Habana. Ayer anunciaron el inicio de un cuarto ciclo en Caracas, que se iniciará en un mes y sesionará de manera permanente. El Gobierno está esperanzado en que en un mediano plazo esto sea el inicio de una política sin armas. Ahora les toca demostrarlo a todos los miembros de esta guerrilla. Tras la firma del acuerdo de paz en el 2016 entre Gobierno y Farc se creía que era el fin de las incursiones de este grupo armado, pero los colombianos quedaron impávidos cuando surgieron por lo menos 30 estructuras disidentes que reactivaron la violencia.
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