En 24 años, Caquetá ha sido escenario de por lo menos dos intentos de búsqueda de la paz en Colombia. La televisión nacional transmitió en enero de 1999 desde San Vicente del Caguán la instalación de una mesa de negociaciones entre el Gobierno del entonces presidente Andrés Pastrana y miembros del secretariado de las Farc-Ep. El domingo 16 de abril de este 2023, en Casa Roja, municipio de Yarí, transcurrió una reunión en la que disidencias de las Farc dieron a conocer que el 16 de mayo se instalará una mesa de diálogo entre este grupo y el Gobierno de Gustavo Petro.
Como un déjà vu se revive lo ocurrido hace 24 años, porque lo primero que se viene a la mente es el recuerdo de la silla vacía dejada por Manuel Marulanda Vélez, alias Tirofijo, máximo cabecilla de las Farc de entonces. Nunca se hizo presente porque dijeron que no era la estrategia adecuada o por temor a un atentado. Lo del Caguán, visto en el tiempo, fue más una exposición mediática de miembros y armamento de esa guerrilla, incluso con artistas a bordo, pues de allí como hecho de paz no se logró nada, a pesar de los esfuerzos y voluntad del Gobierno que, por fortuna, también aprovechaba ese tiempo para consolidar lo que sería el Plan Colombia.
El domingo se vio llegar al Yarí en una camioneta de alta gama, cargando en su espalda un fusil de última tecnología cuyo costo asciende casi a $9 millones, vestido de camuflado y en una increíble muestra de poder al líder de un grupo disidente de las Farc, de los que no quisieron sumarse en el 2016 a lo firmado en el acuerdo de paz de La Habana. Se trata de Néstor Gregorio Vera Hernández, alias Iván Mordisco, que se creía dado de baja en el 2022, pero dos meses después reapareció y siguió delinquiendo. Ahora se presenta como el vocero de la posición de los 23 frentes de las disidencias de las Farc para un posible inicio de negociaciones con el Gobierno nacional.
Periodistas que cubrieron la reunión de Casa Roja hablaron de por lo menos siete mil personas asistentes de 16 departamentos. Movilización usada para darle más peso y mostrar poderío militar durante el pronunciamiento de las disidencias en torno a una nueva voluntad de paz frente al Gobierno nacional. Allí montaron una especie de ciudadela con todo y servicios. No obstante, el país está cansado ya de muestras de voluntad a medias, anuncios de cese al fuego y deseos de paz que al final del día se van al traste porque los violentos no salen de esa espiral. Es difícil creer en su voluntad, cuando detrás se encuentra el negocio de las drogas y de las armas.
Sucedió incluso en marzo pasado con el Eln, que habiendo anunciado deseos de diálogo emboscó con explosivos y armas una unidad del Ejército en Guaimalito, Norte de Santander. Murieron 10 hombres. La paz debe ir más allá de un programa de Gobierno. El país no aguanta ni puede costear más guerras inútiles. Hay que exigirles a las autoridades actuar sin duda ante los violentos. El país no se puede permitir más intentos fallidos con la paz. Los nuevos diálogos con las disidencias de las Farc no pueden ofrecer nada más garantista que lo ya acordado con la agrupación en el 2016. Al contrario, debe ser más exigente, al haber dejado pasar estos delincuentes esa oportunidad que les brindó el Estado.
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