Los hechos violentos no pueden seguir siendo vistos a medias tintas en La Dorada. Nada le hace más daño a la seguridad que dejar pasar por alto situaciones gravosas. Expertos consultados por LA PATRIA para un informe publicado el fin de semana coinciden en que hay un posible reacomodo de grupos de exparamilitares que buscan retomar el poder y el control de una zona atractiva para el tráfico de estupefacientes, la minería y la tala ilegales. Son análisis que no se pueden desvirtuar ni tomar con ligereza.
Caldas sabe lo que ocurrió en esta región del departamento y en zonas aledañas como Doradal, Puerto Salgar, Puerto Triunfo y Puerto Boyacá hacia los años 80 y 90 con la presencia del narcotráfico, entre ellos algunos cabecillas y miembros del cartel de Medellín que encontraron un sitio perfecto en el centro del país para ocultarse y seguir con sus acciones delictivas; pero luego llegaron los paramilitares, puntualmente las autodefensas de Ramón Isaza que gran daño hicieron en toda la zona con su actuar y violencia. Por esto, causa mucha intranquilidad los homicidios, las masacres y las amenazas que vienen sucediendo en La Dorada y zonas aledañas.
No se trata de descreer en la labor de inteligencia de Ejército y Policía cuando aseguran que en Caldas no existen grupos armados ilegales y que lo que se vive es por pequeñas bandas locales. Otros sectores pueden estar accediendo a información que ellos no tienen. Desde las mesas de Víctimas, organizaciones de derechos humanos y estudiosos de los temas de paz advierten que hay intención del Clan del Golfo, a través del Clan de Oriente, de asentarse en esta zona, pero que ha encontrado resistencia en Oliverio Isaza, hijo del excomandante paramilitar, que estaría relacionado en el rearme en el Magdalena Medio, con su centro de operaciones entre La Dorada, Norcasia y Samaná.
A este tipo de informaciones sí que deben estar abiertas las autoridades. Los delincuentes saben cómo actúan y engañan, algunos usando fachadas de líderes como supuestamente estaría haciendo Oliverio Isaza, apodado Terror, indican expertos. La lucha territorial y de poder de estas organizaciones paramilitares estaría relacionada con el microtráfico, los gota a gota y el control en barrios populares, y así, a través de la llamada tercerización del delito, irse expandiendo en el nordeste antioqueño y el Magdalena Medio para conectar con Bucaramanga, Bogotá e incluso Manizales.
No es callando, ni ocultando, como se van a detener los hechos de inseguridad. Que La Dorada tenga a esta altura del año la misma cantidad de homicidios de Manizales (15), es una tasa de cinco veces más que la capital caldense, por el número de habitantes de ambas ciudades. Hay que promover las denuncias y proteger a quienes las hagan. Hay que llegar a un trabajo conjunto que requiere fortalecer y aumentar la investigación y la judicialización. A La Dorada hay que blindarla de la presencia de estos actores ilegales. Nadie quiere llegar a instancias en las que se encuentran otros territorios, donde la desprotección del Estado ha llevado a límites en los que los civiles quedaron sometidos a los grupos armados al margen de la ley. Y menos en las barbas de Bogotá.
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