Para el 2021 la proyección de adultos mayores en Colombia, frente a la población total del país de 51 millones, era de 13,9%. En tres años se incrementaron a 15%, según el DANE, eso significa que en este 2024 el cálculo es que son 7.89 millones de personas de 60 y más años, siendo los tres departamentos del Eje Cafetero (Quindío, Caldas y Risaralda; exactamente en dicho orden) y Tolima los de mayor prevalencia de esta población en el país; aclarando que Caldas figura como el de mayor índice de envejecimiento con 108,5%.
No puede entenderse como algo malo, ni negativo para un territorio; más bien que es el momento para identificar otras oportunidades en las dinámicas de ciudad y de región que no podemos dejar perder por temor a la vejez. Lo que muestran claramente estas cifras es hacia dónde hay que apuntar con las políticas públicas y los programas de las alcaldías y la Gobernación, pero también es algo que le corresponde a la empresa privada, a la institucionalidad y a la sociedad en general sin ir en detrimento del resto de segmentos poblacionales.
Gonzalo Canal Ramírez en su libro Envejecer no es deteriorarse plantea que hay que acabar con los mitos que la sociedad ha impuesto sobre lo que es envejecer y tratar de llegar a este periodo de la vida de manera positiva y no deteriorada por preconceptos y condicionamientos sociales que impiden seguir siendo útiles, productivos y activos. Hay culturas en las que las personas de mayor edad son consideradas necesarias para la supervivencia de sus pueblos y así se debería concebir. Solo la enfermedad podrá inhibir a estas personas, como también les ocurre a niños, a adolescentes, a jóvenes y a adultos en cualquier momento de la existencia. No es algo exclusivo de ciertas edades.
En Colombia, agosto es el mes dedicado a los adultos mayores, pero pocos lo saben o no lo recuerdan; como tampoco se tiene en cuenta que las ciudades no están habilitadas ni dotadas para que se desenvuelvan sin problemas y sin tropiezos para su edad y sus ritmos y esto ya se debería estar corrigiendo. Un adulto mayor no solo requiere servicios de salud, ese es un error en que se suele caer; también necesita acceder a transporte público de calidad, a mobiliario urbano y rural, a vivienda adecuada, a alimentación, a recreación, a cultura, a bancarización, a espacios públicos, a turismo; en fin, un sinnúmero de bienes y servicios a los que las ciudades pueden empezarle a apostar de manera diferente, más amable para ellos y enfocada en esta población. La llamada silver economy (economía plateada) es un ejemplo, porque los adultos mayores le siguen aportando al crecimiento económico nacional.
Todo pueblo requiere que haya natalidad para permanecer y subsistir; pero como todo es un ciclo, estamos atravesando descensos en la fecundidad y en la mortalidad, esto último que es muy positivo en términos de esperanza de vida, y aumentos en el número de adultos mayores. La cuestión es que hay que ajustarse a estos cambios demográficos hasta que la proporción se equipare o se revierta de nuevo centrándose en una franja poblacional. Quizás la vejez sea algo desconocido para algunos, pero podría llegar a ser opción de desarrollo si se sabe aprovechar y manejar adecuadamente.