En el editorial del 2 de mayo advertimos que en Caldas, Quindío, Risaralda y Tolima no se le había dado la verdadera importancia a la necesidad de proteger las 61.377 hectáreas que conforman el Parque Nacional Natural Los Nevados (PNNN) declarado desde 1974, y que a pesar de esfuerzos para el saneamiento predial desatados sobre todo desde 2012, los usos inadecuados de la tierra siguen siendo una amenaza a la sostenibilidad de la vida que depende de este ecosistema estratégico.
Los gobernadores y directores de las corporaciones autónomas de los cuatro departamentos le expresaron al presidente Petro su preocupación porque la adquisición de predios que comunidades indígenas estarían iniciando allí impediría ejecutar el plan de protección, que se derivó de la sentencia de la Corte Suprema de Justicia en el 2020, a través de la cual se le otorgó al PNNN el estatus de sujeto de derechos a la vida, a la salud y al ambiente sano.
No se conoce aún el proyecto que el grupo de indígenas pretende establecer en esta zona, pero es muy fácil advertir su inconveniencia, pues tratándose de un ecosistema tan frágil, cualquier actividad tiene importantes riesgos. El páramo ofrece muy pocas posibilidades para el desarrollo de la agricultura y la ganadería, y estas actividades implican más altos costos y más bajos rendimientos que las mismas desarrolladas en zonas más bajas, lo que sumado al impacto ambiental, determina la inconveniencia e impertinencia de la iniciativa. Además, basta con revisar los resultados del proceso de adjudicación de tierras del Incora a la comunidad campesina de San Pablo, en inmediaciones del páramo de Letras en Neira, donde después de varios años permanecen pocos beneficiarios ante las dificultades que enfrentan pequeños propietarios para prosperar en un entorno tan difícil para la agricultura.
Mucho más complejo de comprender, y deberá ser discutido con la comunidad académica especializada, es el fenómeno de reasentamiento de comunidades indígenas del Cauca, pues parece un drástico cambio de rumbo de su histórica lucha por la recuperación de tierras ancestrales. Que sea esta la oportunidad para que los departamentos asuman seriamente una gestión estructurada de protección y conservación del PNNN. Que la misma preocupación y dinamismo que hoy exhiben en relación con la iniciativa de las comunidades se vuelva una constante, pues hemos estado acostumbrados a la inacción ante fenómenos de deterioro de los ecosistemas como consecuencia de actividades como la ganadería, la papicultura y el desarrollo de vías como la de Murillo, sin medidas de manejo ambiental suficientes.
Lo que definitivamente no puede ocurrir, y debe cuidarse muy especialmente, es que las acciones de defensa del PNNN sean interpretadas como manifestaciones del racismo estructural que tanto afecta nuestra sociedad. El Parque Los Nevados representa la sostenibilidad de la vida y del agua para una población de cerca de 2,5 millones de personas y soporte fundamental de actividades económicas en cuatro departamentos. Si no lo cuidamos por convicción, por lo menos hagámoslo por conveniencia. Y a las comunidades indígenas, se les debe ofrecer opciones reales de vida, progreso e inserción social armónica, lo cual les queda bastante lejos, si se establecen en una zona de páramo como esta.