Harían bien los líderes mundiales en buscar conversaciones directas y bajarles intensidad a las acusaciones mutuas y a las decisiones que pueden derivar en reacciones desproporcionadas de sus contrapartes.
Corea del Norte lanza misiles de alcances trasatlánticos cerca del territorio japonés. Rusia derriba un dron de Estados Unidos sobre el mar Negro. El mes pasado fue el país norteamericano el que derribó globos chinos que surcaban sus cielos, y Ucrania recibe armamento de aliados de la OTAN, incluido Polonia, para hacer frente a la invasión preparada desde Moscú y que completa ya trece meses. Como si fuera poco, el presidente sirio condiciona una reunión con Erdogan a la retirada de las tropas turcas de su territorio, mientras retira el veto para que Finlandia sea parte de la OTAN y lo mantiene sobre Suecia.
A esto se suma la orden de captura emitida por la Corte Penal Internacional contra Vladimir Putin y la visita de XI Jinping a Moscú, poco después de que el presidente ruso viajó al territorio ocupado del Donbás en Ucrania. Todas estas situaciones puedan derivar en complicaciones de la seguridad mundial. Si las provocaciones siguen escalando, están dadas las condiciones para que se prenda una mecha que después sea difícil de apagar, con consecuencias catastróficas, teniendo en cuenta que varios de los protagonistas son líderes de países armados con arsenal nuclear.
Cada vez se ve más lejana la posibilidad de una salida negociada al conflicto provocado por Rusia cuando decidió invadir a su vecino, Ucrania. Los combates arrecian y empiezan a llegar los tanques Leopard alemanes, prometidos desde hace rato y que estaban en espera mientras se capacitaba el personal militar que los va a dirigir. Con estos, llegan los anuncios de la provisión de otros equipos para hacerle frente a Rusia, país que cada vez se acomoda más, por la necesidad que tiene, a China que quiere mediar, pero no goza de la credibilidad de occidente, pero si ese es el camino, sin legitimar la invasión rusa, bienvenida sea.
Notas de protesta van y vienen, ejercicios militares se anuncian en conjunto, se habla en los organismos internacionales de extremar las sanciones contra quienes siguen mostrando sus dientes y, en casos como el de Rusia, mordiendo. Sin embargo, harían bien los líderes mundiales en buscar conversaciones directas y bajarles intensidad a las acusaciones mutuas y a las decisiones que pueden derivar en reacciones desproporcionadas de sus contrapartes. El peligro radica en que si bien para quien toma la decisión parece razonable, puede ser vista como agresiva por el otro. Y a su vez este decidirá lo que considera razonable respuesta. El temor se cifra en que una de esas decisiones sea la desmedida y pueda llegar hasta activarse armas de tal nivel destructivo que afecte más allá de cualquier frontera territorial y ética.
Es evidente que nos está faltando conversar y entender las diferencias para resolver los conflictos, también saber que los tiempos de querer recuperar territorios que se consideran propios debieron quedar atrás, y que estas disputas deben resolverse de manera jurídica, si es que no se logran acuerdos entre las partes. De ahí que la Corte Penal haya tomado la drástica decisión de emitir una orden de captura contra Putin, lo que restringe su movilidad internacional, pero lo que se debe buscar es bajar la sensatez y podamos salir de esta crispación mundial sin sumar más muertes de las guerras.