Se van agotando las posibilidades y el tiempo para que Venezuela resuelva de forma transparente y con evidencias lo que fue la elección presidencial del 28 de julio. Sería lo único que permitiría darle tranquilidad a buena parte del pueblo venezolano y de la comunidad internacional, que llevan un mes y medio exigiendo que se reconozca a Edmundo González como el presidente electo que debe asumir el 11 de enero del 2025, según demostró su campaña basada en las actas de votación, y no como quiere imponerse de nuevo el régimen de Nicolás Maduro, que con buena parte del aparato estatal bajo su control logró que el Consejo Nacional Electoral lo proclamara ganador sin ninguna prueba.
Estos han sido días más aciagos para Venezuela que los 25 años padeciendo el poder impuesto primero por Hugo Chávez y luego por su sucesor, Nicolás Maduro. Ya cansado y hastiado de tanta opresión y vulneraciones, el pueblo reaccionó en estas elecciones apoyando la candidatura de González y esperanzado en que con él vendría el cambio y la recuperación del país, pero Maduro se ha valido del poder y de sus fuerzas armadas para cumplir el anuncio de que correría un baño de sangre de no ganar las elecciones.
Puso en marcha una agresiva estrategia para debilitar la oposición, representada no solo por González sino también por María Corina Machado. Desató una oleada de violencia y sigue persiguiendo a todo aquel que esté relacionado con la oposición y a quien denuncie que lo que hubo fue un fraude electoral. Se han reportado 25 asesinatos, 50 desapariciones forzadas, 2.400 detenciones arbitrarias (22 de dirigentes de la oposición). Eso solo es propio de las dictaduras, igual que la prohibición al derecho a manifestarse, las agresiones a adolescentes y jóvenes, las torturas en la prisión El Helicoide, y lo más reciente: el hostigamiento y orden de captura de González, que lo llevó a un exilio político obligado en España.
Era demasiado riesgoso para González mantenerse en Venezuela, ponía su vida en riesgo al no contar con un estado que brinde garantías de seguridad, ni respeto por principios democráticos ni de las libertades individuales. Maduro va ampliando así otra vez el cerco para un periodo de seis años más, si se le permite continuar; pero como está la situación, bien difícil detenerlo. Ni siquiera lo ha logrado la presión y exigencias de países y de organismos internacionales, convencidos de que González es el presidente electo.
Queda María Corina Machado, indiscutible lideresa con el talante, la voluntad y la fuerza para permanecer buscando la liberación y el cambio en Venezuela. Lo que no se sabe es si esto sea suficiente y le alcance para enfrentar una dictadura, que se sigue fortaleciendo apuntándole también a embajadas en diferentes países que no están con el régimen como una forma presión internacional, sumado a la influencia de sus socios y aliados de Rusia, China, Irán, Turquía, Siria, Cuba y Nicaragua. El mundo debe alzar la voz en defensa de los venezolanos, no pueden dejarse arrebatar un triunfo democrático ganado en las urnas por el querer de un dictador que se niega a entregar el gobierno.