Tras el bochornoso episodio en el que el casi octogenario exlíder del Partido Comunista Chino Hu Jintao fue sacado a la fuerza del recinto en el que se celebraba el XX Congreso de esa organización política, el actual presidente de ese país, Xi Jinping, fue reelegido por tercera ocasión consecutiva para seguir al frente de la que es la segunda economía más importante del mundo, consolidando su poder al punto de que ya hay quienes lo empiezan a comparar con Mao Zedong, quien llegó a manejar ese país a su antojo desde la década de los 50 hasta 1976, cuando falleció.
Serán cinco años más de gobierno de Xi, quien además esta vez conformó todo su gabinete con hombres muy cercanos a él, lo que permite pensar que los sectores moderados que han hecho contrapeso en el interior de esa sólida organización política no serán escuchados, y lo que se viene es más autoritarismo y una tendencia mayor a la concentración de todas las decisiones en el Estado, incluso en materia de intervención en los mercados, lo que tiene nerviosos a los inversionistas extranjeros. Ese es un ingrediente adicional a la ya inestable economía mundial.
De hecho, ayer los mercados reaccionaron negativamente a esa tercera reelección, que le permite a Xi completar al frente, por lo menos 15 años, y la moneda china, el Yuan, se desplomó a un valor frente al dólar estadounidense que no se veía desde hace 14 años. Las acciones en las bolsas de Hong Kong y Shangai, entre otras, también cayeron en gran magnitud, mientras que el líder chino parece decidido a mantener su política de cero covid, con la que se mantienen férreas restricciones en la dinámica económica, al parecer solo con el ánimo de mostrarle a Occidente que su estrategia contra la pandemia es diferente.
La verdad en que en eso Xi tiene cifras para mostrar, ya que mientras en las estadísticas oficiales (se teme que estén manipuladas) unas 5.200 personas han muerto a causa del covid en ese país, en Estados Unidos los fallecidos por esa causa rondan el millón de personas. Tal enfoque, sin duda, resulta muy negativo para los mercados, que sienten que el Estado interfiere de manera grave en sus dinámicas, y al quitar de su entorno a quienes tienen visiones diferentes en el Partido, se desequilibra aún más la balanza en contra de los inversionistas.
La innegable cercanía de Xi con el presidente ruso Vladimir Putin, quien tiene en vilo al mundo con su invasión a Ucrania y la amenaza nuclear, así como su cada vez mayor influencia en países latinoamericanos como Nicaragua, Venezuela y Cuba, cuyos regímenes también se identifican con el ataque a las libertades y las violaciones de los derechos humanos, genera grandes preocupaciones en un momento en el que el mundo pasa por una difícil coyuntura en diferentes frentes, pero sobre todo en materia económica, con tensiones de todo tipo, como inflación desbordada y riesgo de recesión.
Pareciera ser que China se dirige a reforzar su caparazón ideológico y darle la espalda al mercado, al mismo tiempo que afina su estrategia para afectar en mayor medida a las democracias occidentales. Un nacionalismo recalcitrante que anula cualquier avance en apertura que se haya logrado en el pasado. Como consecuencia de eso, las aspiraciones independentistas de Taiwán y los reclamos democráticos de Hong Kong, son los primeros afectados con la consolidación de Xi en el poder.
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