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Evite el castigo físico para con los menores de edad, pues deja en ellos huellas psicológicas difíciles de borrar.
LA PATRIA | Manizales
La concepción del pasado de corregir a los menores de edad, sean niños(as) o adolescentes, con gritos, malas palabras y golpes está mandada a recoger, ya que se considera que deja más efectos negativos que positivos en ellos.
A esa conclusión se llegó tras entrevistar a Támara Rosa Calvache, subdirectora Nacional del Campo Psicología Clínica del Colegio Colombiano de Psicólogos (Colpsic). Ella, que celebra este abril el Mes del Niño, asegura que eso daña el desarrollo integral.
"Eso no solo con el castigo físico, que ya de por sí es degradante; sino también a palabras, a humillaciones y a frases como 'no sé para qué te tuve'", subrayó la profesional hablando de maltrato.
Ella agregó: "Lo que se concebía como mano firme era lo ideal, pero resulta que podemos y debemos seguir educando poniendo límites. No tenemos que hacerlos sentir que no valen".
Con apoyo
La experta instó a ver a los menores desde la perspectiva del desarrollo y que están aprendiendo a interactuar con su entorno. Que no se puede pretender que ellos se las sepan todas.
"Pueden tener acciones propias de esa edad, ahí el adulto es el intolerante, el que no se sabe canalizar. No pueden tener acciones violentas ni maltratadoras, la ley lo prohíbe", resaltó la experta.
Eso, apuntó Calvache, no está invitando al extremo de no corregir. La profesional instó -primero- a comprender el mensaje que quizás trae el comportamiento del pequeño o adolescente.
"Las conductas, muchas veces, son un llamado de atención. También son el reflejo de cosas que no les hemos enseñado o son problemáticas que el niño tiene y que podrían tratarse".
Eso podría tener qué ver con que el niño(a) sí tiene un déficit de atención, por ejemplo. Pequeños así no se concentran, se mantienen distraídos y es cuando viene la impaciencia en los adultos.
"Hay que comprender que, para educar, no estamos solos. Uno esperaría que fuera el maestro(a) el primer orientador, pero también están las EPS y los centros particulares, con profesionales idóneos. No se pueden quedar con 'el yo no sé qué hacer con este niño(a)', eso solo empeora todo".
El atender a tiempo distintas condiciones evita que, en el futuro, sean personas con un abordaje de psiquiatría. Más temprano que tarde, advirtió Calvache, las manifestaciones se recrudecen.
Desde casa
En la casa, el llamado es a ser garante de los derechos de los niños(as) y los adolescentes. Sean los papás, los cuidadores, los demás familiares, todos deben actuar como protectores.
"Cuando se habla de correctivos, es mejor optar por restringir por un tiempo cosas y/o actividades que les gusten. Enseñarles que sus acciones tienen consecuencias y explicarles el por qué de las decisiones".
Esos correctivos, según la psicóloga, deben ir de menos a más. Es decir, aumentarlos en tiempo, si no se tiene el efecto deseado o no es efectivo. Todo ello con un anuncio previo para que estén advertidos.
"Si el niño(a) está jugando con sus cosas, es también un acto un poco intrusivo el quitarle las cosas intempestivamente. Eso solo les genera más frustración, rabia. No se puede llegar a eso".
Desde el interior
Calvache añadió: "Revisemos nuestras propias intolerancias y reacciones impulsivas agresivas. Si uno de nosotros está así o si yo como mamá, papá o como familiar observo eso en alguien, debo hacer un llamado a reconocerlo y a que esa persona busque orientación".
La psicóloga subrayó que entre más previstas se tengan estas situaciones con los hijos y se busque ayuda profesional, menos huella psicológica alterada se va a dejar en ellos. Convocó a leer sobre educación para estar preparados al respecto.
Lo evidencian
Estos son algunos patrones de comportamiento que desarrollan los menores de edad que son víctimas de violencias, sea en casa o en el colegio:
- Alteración brusca del estado físico y/o mental, sin aparente causa que lo explique.
- Cambios en el patrón de sueño y relacionamiento con otras personas. Los niños(as) se pueden ver aislados y les cuesta la interacción con otros pares o adultos.
- Desinterés por actividades que antes disfrutaban plenamente.
- Conductas estereotipadas como halarse el cabello hasta arrancarlo y frotar una parte del cuerpo o la piel sin poder detenerse. Se niegan a volver a la institución educativa o a un sitio en particular.
- Pérdida de atención en su juego preferido, en ver un programa de TV o en hacer una actividad académica.
- Muestran miedo hacia personas o espacios que antes no representaban mayor ansiedad. La conducta verbal o no verbal evidencia un malestar o reacción.
- Manifestación constante de quererse morir o no tolerar hechos que podría afrontar de otra forma.