Carlos Alcaraz de España celebra con su trofeo después de ganar su último partido individual masculino contra Novak Djokovic de Serbia en el Campeonato de Wimbledon, en Gran Bretaña.

Fotos | EFE | LA PATRIA

Carlos Alcaraz de España celebra con su trofeo después de ganar su último partido individual masculino contra Novak Djokovic de Serbia en el Campeonato de Wimbledon, en Gran Bretaña.

Autor

Manuel Sánchez Gómez
EFE | LA PATRIA | Londres

No mintió Carlos Alcaraz. Iba a ser el mejor día de su vida. Y lo fue. El español bordó el primer título en Wimbledon de su carrera deportiva, ante Novak Djokovic, el siete veces campeón (1-6, 7-6 (6), 6-1, 3-6 y 6-4), y cumple el sueño de su niñez: ganar el Grand Slam más bonito de todos y ante uno de los mejores de la historia.

Alcaraz, como soñaba desde que su padre le puso una raqueta en la mano, sometió a Djokovic, el perseguidor de todos los récords, y se convirtió en el quinto español en la historia en triunfar en Wimbledon, junto a Manolo Santana, Conchita Martínez, Rafael Nadal y Garbiñe Muguruza.

El murciano escribe su nombre junto al de los más grandes demostrando que los nervios son cosas del pasado y que no es que esté preparado para competir contra Djokovic, es que con 20 años está en posición de decir que ahora mismo es mejor.

En una tarde histórica, Djokovic empezó la final como la acabó, hincando la rodilla. En el primer juego, se cayó al suelo, una predicción del final del encuentro, pero no de lo que pasaría a continuación, porque el serbio barrió su patio particular en un primer set que hizo exhibición de su vasta experiencia aquí. Con Alcaraz nervioso, Djokovic se puso a pasar bolas desde el fondo, a no fallar, a desesperar al español, sobrecogido por el escenario.



"Él tiene 35 finales, yo una", aseguró antes del partido, y la frase se hizo realidad con un duro 6-1 para Djokovic. Un palo durísimo, un manotazo al sueño del murciano, que tuvo que reagruparse, que tiene lo que tienen los más grandes. Cabeza, corazón y coj....

Por eso no se fue, pese a tener a un Djokovic crecido que había ganado en siete ocasiones en esta Catedral. Comenzó un nuevo partido con set abajo, un encuentro en el que se venía de tú a tú. Es otra virtud de los mejores, la corta memoria y la capacidad para olvidar con rapidez lo malo y no recrearse en lo bueno.

Puso un 2-0 vital al principio del set, pero aún no estaba cómodo, por eso Djokovic igualó y, pese a ir a remolque todo el parcial y salvar un 40-40 con 5-4 en contra, llegó con vida hasta el 'tie break', su terreno preferido, donde exhibía quince ganados seguidos.

Con la tensión al máximo, Djokovic se adelantó 3-0 con dos saques brutales; Alcaraz remó hasta el 3-3 y en el cambio de cromos salvó bola de set con un error flagrante del serbio de revés. Extraño en él no cerrar un parcial con una pelota a la red, pero más extraño fue que repitió el error al punto siguiente y permitió al español tener él punto de set al resto. Y no hubo fallos, solo un revés de resto ganador que recordó en cierto modo al que utilizó Roger Federer para derrocar a Pete Sampras en 2001. De hecho, fue por el mismo lado de la red.



Ese golpe cambió todo el encuentro. Fue el vuelo de una mariposa, Alcaraz estuvo a un punto de ponerse 0-2, resultado que Djokovic solo ha perdido una vez en su carrera, pero se sentaba en la silla con 1-1.

Y lo más importante, se lo empezaba a pasar bien. Estaba disfrutando, el único deseo que le pedía al partido. Quería saborear el gran momento de su vida y una vez se desembarazó de los nervios, fluyó el tenis.

Alcaraz dominó, lideró y si la paliza no iba a mayores fue por el lunar de las bolas de 'break' convertidas (5 de 19). Con 3-1 a favor, se jugó, sobre el saque de Djokovic, un juego de 27 minutos de duración. Con todo tipo de alternativas, se lo llevó el español, con un grito de alegría brutal, con una rotura que le llevó hasta el set y la ventaja de 2-1 en el marcador.

Tenía el partido en la mano, el problema es que enfrente estaba el hombre que nunca puede ser enterrado. El serbio, desde el 1-0 en contra y con dos bolas de rotura en contra, despegó. Sin un brillo excesivo, el serbio se revolvió y ganó un set que estaba jugando peor, pero del que nunca se despegó.

Llevó el encuentro a un quinto set, escenario en el que ha estado en doce ocasiones y solo había perdido una, contra Mario Ancic en 2006, y tenía el pie en el acelerador, con Alcaraz contra las cuerdas.

Aguantó su primer saque, salvando bola de rotura, y se generó una sobre el servicio de Alcaraz. Una pelota que tuvo ganada en tres ocasiones y que el español desenterró hasta forzar el remate fallido del serbio. Surrealista la reacción del español e increíble para Djokovic el fallo, que no solo perdió el punto, también los tres juegos siguientes, encendiendo la rabia del serbio, que reventó la raqueta contra uno de los palos de la red.



Se desconectó y se hizo daño en una muñeca, o eso aparentó, porque no se soltó de la espalda de Alcaraz hasta que este selló el último punto, cuando Djokovic estrelló un revés en la red. Cayó al suelo, brotó de él una alegría enorme y corrió hacia el palco con su gente, donde su padre y su madre se abrazaban, donde Juan Carlos Ferrero lloraba y donde él se fundió con su familia.

Número uno, quinto español en ganar en Wimbledon y una copa dorada que es ya el título más grande de su carrera.

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