Fotos | EFE - José Manue Vidal | LA PATRIA El torero francés Sebastián Castella lidia su primer toro durante el festejo que marca la apertura de la temporada taurina en la plaza de la Real Maestranza de Sevilla, en la tarde del Domingo de Resurrección, con toros de Hermanos García Jiménez.
El intenso frío ambiental y un inesperado aguacero –que demoró casi 40 minutos el comienzo del festejo- marcaron el desarrollo de la corrida inaugural de la temporada taurina en la plaza de la Maestranza de Sevilla, enjugada a duras penas por los trofeos que pasearon Sebastián Castella y Roca Rey.
Se lidiaron cuatro toros de Hermanos García Jiménez y sendos sobreros de Olga Jiménez y Román Sorando que saltaron en tercero y sexto lugar. El primero resultó blando y sin alma; tuvo buen fondo, especialmente por el izquierdo, el segundo; el serio tercero fue un gran toro por pronto e importante; no tuvo clase ni ritmo el cuarto. Quinto y sexto resultaron deslucidos.
- Morante de la Puebla, silencio en ambos.
- Sebastián Castella, oreja y silencio
- Roca Rey, oreja y silencio
La plaza se llenó por completo en tarde glacial. El festejo se inició con la Marcha Real con las cuadrillas formadas. Dentro de los hombres de plata destacaron Curro Javier, José Chacón, Alberto Zayas y Joao Ferreira.
Dos trofeos tibios
El éxito taquillero de la corrida del Domingo de Resurrección sevillano estaba asegurado aunque la climatología, que ya había echado por tierra una Semana Santa olvidable, volvió a colocarse a contrapelo antes del inicio del festejo en forma de un intenso y largo aguacero que obligó a demorar su comienzo y restañar el estado del ruedo.
En esa tesitura, la corrida comenzó con un enorme retraso que se fue acumulando a la vez que arreciaba el intenso frío ambiental, apenas restañado por las orejas de distinto peso que cortaron Sebastián Castella y Andrés Roca rey en el nudo central de una corrida, la que inaugura la temporada en la plaza de la Maestranza, en la que hubo que lamentar la mala suerte de Morante de la Puebla.
Los vericuetos de la política taurina habían influido en la conformación de una terna que, en la calle, se había soñado de otra forma. El acreedor natural del tercer puesto –dando por hecho que Morante y Roca tenían plaza fija- era Daniel Luque pero el indisimulado veto que ejerce su colega peruano le acabó cerrando la puerta.
Roca iba a escuchar el nombre de su rival durante la lidia de los dos toros que le tocaron en suerte que, curiosamente, no serían ninguno de los que habían sorteado sus hombres por la mañana. El caso es que el tercero iba a ser un pavoroso sobrero de Olga Jiménez que permitió contemplar los mejores registros del diestro limeño que dejó a un lado sus recursos más efectistas para torear templado, encajado y con trazo definido.
Fue una faena que supo aprovechar en sus primeros compases la prontitud del inmenso y serio toro de los Matilla. El toro pedía casi todo en la distancia larga y así lo supo ver Roca Rey en varias rondas de muletazos por ambas manos rematadas con excelentes pases de pecho. El diestro peruano pecó de intentar alargar el trasteo cuando el animal estaba pidiendo la muerte pero una contundente estocada amarró la oreja que paseó.
El sexto iba a ser otro sobrero marcado con el hierro de Román Sorando que, sorprendentemente, no sustituía a ningún toro devuelto. La explicación no tardaría en trascender: el toro de Matilla enlotado para saltar al ruedo se encontraba congestionado en los corrales, inútil para la lidia. El sustituto fue un manso aquerenciado que no permitió el menor lucimiento.
La otra oreja la cortó Sebastián Castella a un tercero de escasa presencia que mostró su buen fondo cuando el francés se echó la muleta a la mano izquierda. Fue una faena templada que tuvo la virtud de consentir la embestida hasta hacerla fluir al natural, base fundamental de una faena rematada de una buena estocada. El quinto apenas le iba a dar opciones.
Por delante había toreado Morante que hizo el paseíllo después de vigilar las labores de adecentamiento del ruedo. El diestro de La Puebla reaparecía en Sevilla después de dejar de torear en Almendralejo y Navalmoral de la Mata y puso todo de su parte con un lote casi imposible. Tres o cuatro lances y un puñado de muletazos iban a ser, en realidad, lo mejor de la tarde.