Por Lucas Marin Aponte
Aquella tarde visité a la abuela, en la casona de siempre, me senté con ella en su cuarto y contemplamos desde el inmenso ventanal, aquel recio viento que sacudía con gran poder las múltiples hojas de los viejos Urapanes, que siguen dando identidad al barrio La Francia, donde nací y crecí; ante el maravilloso espectáculo, nos miramos, de pronto el silencio se apoderó de nosotros por un minuto, hasta que Mamá Ruby señalo hacia uno de los frondosos árboles, con sus delicadas manos y me dijo “Viste como se quebró aquello rama." Y evocamos en presencia de una de mis tías, aquella novela clásica, “Lo que el viento se llevó” premio Pulitzer de ficción en 1937 y escrita por la periodista norteamericana Margaret Mitchell; nos miramos de nuevo los tres, presagiando que ese sería el último día que volvería a ver físicamente a la abuela, el alma de las navidades, de las reuniones. Aquella que siempre estuvo tanto en la alegría, como en el dolor, en la salud y la enfermedad; esposa, viuda; amiga, madre de 12 hijos, abuela y bisabuela, amada por todos, claro, cada uno dentro de sus posibilidades, hasta el último día de su existencia.
Que grato para la memoria y que paz la que se siente en el espíritu, cuando no hay remordimiento alguno frente a la partida de un ser querido. No hace falta extendernos más en el presente homenaje, considerando que una de las mejores maneras de honrar su memoria es echar a volar las diferencias del pasado, y fortalecer la unión familiar, que traerá consigo grandes bendiciones, gracias por tantos años, Mamá Ruby.
¡Descansa en la Paz de Dios!
RUBY OSPINA DE APONTE
(Julio 9 de 1930 – febrero 22 de 2024)