En 1789 en plena Revolución Francesa la Asamblea debatió ¿cuánto poder debe tener el rey? Las posiciones se alinearon en dos grupos: los más conservadores, cercanos a la Corona, se ubicaron al lado derecho del recinto, y los revolucionarios, partidarios del fin de la monarquía, se sentaron a la izquierda. La posición de las sillas definió dos conceptos claves para las ideas políticas: izquierda y derecha.
La alineación de asientos se dio por un debate trascendente pero puntual. Quienes estaban de acuerdo sobre Luis XVI y la monarquía no necesariamente también lo estaban sobre otros asuntos, porque tanto entonces como ahora han sido imposibles los clones ideológicos: el pensamiento está lleno de diversidad y de matices, y en eso precisamente consiste la riqueza humana.
233 años después ese antecedente anecdótico se ha difuminado y hoy estamos frente a ideologías que funcionan como rótulos de supermercado. Así como cuando usted recorre estanterías y en la sección “salsas” está la “salsas de tomate” y elige la de su marca sin temor a que salga leche o aceite porque esos productos están en un anaquel distinto, así mismo hay quienes simplifican los debates de ideas a etiquetas. El amplio espectro político se reduce a bandos: a una verificación maniquea de casillas de formulario en el que al final el resultado arroja 10/10, con aprobado meritorio, o 7/10 si hay conceptos en los que aún no se está bien alineado: “usted es un progre tibio o un facho debilucho y urge que se esfuerce más y se corrija”. “Usted no nos representa, no es de nuestro equipo”.
Compañero revolucionario: le vamos a hacer una autocrítica, diría el amigo marxista.
Este universo de ideas panditas, de filosofía de Instagram que elude la complejidad y las posibilidades de diversidad de pensamiento, de contradicción y de respeto a la existencia y la expresión del que piensa distinto, actúa en masa a través de las redes sociales en las que algunos mutan las ideas por eslogans y los debates ideológicos por memes, clics y matoneo. Si alguien se define como de derecha, pero es vegano es un traidor; si alguien se considera de izquierda, pero apoya las corridas de toros, es un blasfemo, un hereje o un bruto que no ha entendido lo suficiente: un imposible ideológico que urge rehabilitar. ¿Era Antonio Caballero de derecha por apoyar las corridas? “Era machista y oligarca”, responden las barras bravas. ¿Alfredo Molano, también taurino, era machista y oligarca? “No, con Molano todo bien, pero en ese punto sí estaba desinformado, quizás por viejo”.
Pongo el ejemplo de los toros (a los que no asisto hace años ni pienso volver), pero para otros asuntos. Si te defines feminista pero no reivindicas el catálogo de derechos que yo apoyo entonces eres una falsa feminista, infiltrada del patriarcado, mala mujer. Si eres negro, pero de derecha, tienes pensamiento colonial. Si eres gai y católico te lavaron el cerebro.
Soy atea, proaborto y antiuribista y en la lista de chequeo esas etiquetas son de izquierda. Pero como tuve hija y no le pedaleo a la religión de la bicicleta entonces soy una deshonra: una amenaza ecológica que no logra entender lo que con tanta condescendencia explican algunos señoritos de Twitter. “Una mujer como tú no puede pensar así”, me escribió alguien por una columna. ¿Significa que tengo que pensar como tú y en consecuencia no puedo ser yo y debo ser tú?
Por la muerte del periodista español Jesús Quintero recibí un video en el que advierte: “siempre ha habido analfabetos, pero la incultura y la ignorancia siempre se habían vivido como una vergüenza. Nunca como ahora la gente había presumido de no haberse leído un puto libro en su jodida vida”. La literatura acerca a las complejidades humanas, a las muchas capas que nos componen y las contradicciones que nos habitan. Leer me llena de dudas, incertidumbres y me aleja de los encasillamientos. Defender la libertad consiste en que todos, incluso los contracorriente, puedan pensar, sentir y decir lo que quieran. “Ser o no ser” dice Hamlet, pero el puritanismo ideológico regaña si uno cita referentes, y peor si son hombres europeos: la policía ideológica dirá que escribo desde el privilegio y la superioridad moral.