Imagine el Estadio Palogrande atiborrado de gente. Véalo lleno llenísimo, como si el Once Caldas no le hubiera subido el precio a las boletas y el equipo fuera a jugar la final. ¿Ya lo vio? Ahora llénelo más: sueñe con otra final de una Copa Libertadores, como la de hace 20 años. Así de repleto el estadio tiene 31.000 personas. Ahora cólmelo: métale gente en la gramilla. Piense en 40.000 personas viendo el Super Concierto de la Feria, como si la Alcaldía de Carlos Mario Marín hubiera sido capaz de organizarlo. 40.000 personas desde abajo hasta las graderías más altas del estadio.
Siga imaginando: piense que cada una de esas 40.000 personas lleva un fajo de un millón de pesos en efectivo. Millón por cabeza, billete sobre billete. No importa si es joven o viejo, hombre o mujer. Se necesitan 40.000 personas para llenar el Palogrande hasta arriba y si cada uno tiene un millón de pesos serían entonces $40.000 millones. ¿Cuánto son $40.000 millones? Un estadio Palogrande atestado de personas, cada una con de a millón en el bolsillo.
De ese tamaño es la plata perdida en la Planta de Tratamiento de Aguas Residuales de Manizales (PTAR).
Este jueves en Manizales la ministra de Vivienda Catalina Velasco le dijo al presidente Gustavo Petro: “tenemos un problema con la PTAR de Manizales. Este es un proyecto contratado por el gobierno anterior y la verdad hay $40.000 millones perdidos”. El presidente le preguntó ¿y para dónde cogió la plata? que es como decir ¿cómo se embolata algo del tamaño de un estadio? Esa pregunta merece desmenuzarse.
En primer lugar, la plata no coge para ningún lado: la cogen, que es distinto. No hay 40.000 fajos de a millón de pesos que salen solos del estadio marchando en fila para esconderse en algún lado, como si fuera una película de dibujos animados. Alguien hace unos estudios previos, alguien arma unos pliegos, alguien abre una licitación, alguien decide, alguien contrata, alguien firma, alguien autoriza un anticipo, alguien desembolsa, alguien mira para otro lado y alguien se lleva la plata. ¿Quién dio la orden? En el caso de la PTAR esa pregunta me parece aún más pertinente que la de ¿para dónde cogió la plata? porque el para dónde es claro: Aguas de Manizales (empresa del municipio) pagó el anticipo del 30% previsto en el contrato con Fypasa, la firma mexicana que iba a construir la PTAR desde la época en la que Octavio Cardona era alcalde y se hicieron los estudios previos y los primeros pliegos de la licitación.
Vale la pena un recuento: Cuando Carlos Mario Marín ganó la Alcaldía dijo que le generaba inquietud que solo una empresa mexicana hubiera quedado habilitada en la licitación de la PTAR y en consecuencia Aguas de Manizales suspendió a finales de 2019 la adjudicación que estaba lista. Una vez posesionado, Marín volvió a abrir la licitación, por mayor valor, y los mexicanos volvieron a ganar. El contrato se firmó en noviembre de 2021 y fue liquidado dos años después porque la empresa incumplió. Casi no devuelven el lote de Los Cámbulos y todavía adeudan liquidaciones a sus extrabajadores. Sobre los $40.000 millones no responden ni ellos ni la aseguradora que otorgó la póliza de cumplimiento.
Si se tratara de $40.000 millones robados a los asistentes a un concierto la historia terminaría ahí. Pero estamos hablando de plata pública y entonces hay que preguntar ¿quién dio la orden? Eso deberían responderlo los organismos de control: Procuraduría, Fiscalía, Contraloría, e incluso el Concejo Municipal que ejerce (¿ejerce?) control político. El contrato se terminó anticipadamente hace cinco meses y hasta ahora no hay un solo funcionario o exfuncionario con cargos formales.
Ante ese panorama el presidente preguntó ¿para dónde cogió la plata? Entre los asistentes al encuentro en el barrio San Sebastián estuvo el representante a la Cámara Santiago Osorio Marín, hechura política de su primo el exalcalde Carlos Mario Marín, en cuyo (des)gobierno se contrató y fracasó la PTAR. Me habría gustado que le pasaran el micrófono al representante luego de la intervención de Petro. Así, su pregunta retórica se habría transformado en una averiguación concreta.