Es el minuto 77 y el jugador australiano Craig Goodwin patea el balón hacia el arco argentino, protegido por Emiliano ‘Dibu’ Martínez. A primera vista no parece un remate peligroso: el Dibu está bien ubicado y el tiro no lleva mucha potencia. Sin embargo, en el trayecto, la pelota golpea a Enzo Fernández, se desvía y aterriza en propia puerta. Autogol. “Gol de carambola”, dijo el comentarista, y el partido que Argentina dominaba se complica.
“Cosas del azar”, pensarán algunos. Quienes conocen de probabilidades piensan diferente; las chances de que el balón pegara en un jugador eran altas, sobre todo cuando en ese momento se encontraban siete futbolistas delante de Goodwin; tres de ellos de manera directa. Ya el filósofo francés Voltaire había dicho que “azar” era una palabra vacía de sentido, “nada puede existir sin causa”.
Hoy, con el desarrollo de las matemáticas, el estudio de las probabilidades y los avances en el desarrollo de algoritmos, apostar por el “azar” parece un despropósito. Las casas de apuestas lo saben; entes corruptos como la Fifa, también. Pero nos venden la ilusión de que el albur sigue presente y, en el Mundial que en este momento se juega en Catar, se evidencia en la cantidad de comerciales de casas de apuestas que pautan en radio y televisión. Si antes un tiro de esquina era patrocinado por la abejita de Conavi, hoy el narrador nos cuenta que Betplay o Rushbet o Wplay o la que sea paga 3 veces más si acierta al número de cobros de un equipo desde ese sitio.
Además, tenemos al Pibe Valderrama, Óscar Córdoba, el Tino Asprilla y Mario Yepes (por solo mencionar a los ex futbolistas colombianos) promocionando estas plataformas e invitando a apostar. Los tres primeros fueron compañeros de Andrés Escobar, asesinado por mafiosos tahúres en 1994.
Una investigación de la Universidad Nacional indica que uno de cada cinco colombianos es propenso a padecer de ludopatía. Coljuegos tenía registrados, hasta el año pasado, 2,5 millones de personas para jugar en alguna de las 17 plataformas de apuestas en línea autorizadas en el país. Se cree que con el Mundial la cifra haya aumentado. La Organización Mundial de la Salud considera la ludopatía un problema de salud pública (como la adicción a las drogas o al alcohol), pero en ninguno de los comerciales se advierte de esto, salvo una letra menuda o que los menores de edad no pueden apostar.
El negocio de las apuestas en línea a nivel mundial viene creciendo a un ritmo de un 15% anual y se espera que para el 2023 tenga ingresos de 525.000 millones de dólares. Solo superado en réditos por el narcotráfico (750.000 millones de dólares) y la falsificación de productos (650.000 millones de dólares), según datos del Foro Económico Mundial.
Al haber tanto en juego, no está bien que estas plataformas patrocinen eventos deportivos. O que los equipos de fútbol lleven sus marcas estampadas en la camiseta. No se percibe como transparente y me recuerda al comediante Norm MacDonald, quien en 2006 grabó una parodia llamada El comentarista apostador. Allí hace de un periodista deportivo que narra un juego en el que tiene dinero apostado y cómo la actividad en la cancha pasa a un segundo plano para enfocarse en temas extra deportivos. Y es lo que vemos o escuchamos hoy en este Mundial: reporteros que nos informan cuánto paga una casa de apuestas en línea por cada gol o lo que ganaría un apostador si acierta a un marcador, y no que lo que está pasando en el estadio.
La selección de Uruguay quedó eliminada en la primera ronda del Mundial. Sí, no jugó bien y dependió mucho de veteranos como Suárez, Cavani y Godín, pero también se vio afectada por el arbitraje. Una aficionada charrúa, a la salida del estadio, se despachó ante una cámara: “A la Fifa no le interesa que Uruguay gane. No vendemos camisetas, no vendemos entradas (…) La única forma de dejar fuera a Uruguay era con árbitros que nunca estuvieron de nuestro lado. No nos cobraron penales que correspondían; la única vez que el VAR llama penal y no lo cobran porque no les conviene. Somos un país chico, sudamericano, 3 millones de habitantes”. Tiene razón. La mayoría de tahúres tenían que Portugal y Uruguay pasaban a la siguiente ronda, con su eliminación ganaban las casas de apuestas. La casa siempre gana, no es cosa de azar.