Concierto para delinquir, peculado por apropiación, interés indebido en la celebración de contratos, tentativa de peculado por apropiación, estafa agravada y concusión fueron los cargos que Mario Alberto Castaño Pérez aceptó esta semana ante la Sala de Instrucción de la Corte Suprema de Justicia. El senador caldense reconoció que lideró una estructura criminal que cometió 19 delitos, con los que se apropió de unos $43 mil millones del Estado. Un esquema corrupto al que llamaron Las Marionetas y que involucra a otras 33 personas entre alcaldes, calanchines y contratistas.
Hoy se enfrenta a una condena de 15 años de prisión. Tal vez siete, por haber reconocido los delitos y acogerse a sentencia anticipada. Pueden ser cuatro… o tres, si hay buena conducta.
En la Fiscalía deben estar celebrando por haber atrapado a este “pez gordo” de la corrupta política regional. Seguramente habrá condecoraciones y anotaciones meritorias para los que llevaron el caso y, aún así, no se siente que se esté haciendo justicia.
En marzo de este año, cuando la Fiscalía y la Corte Suprema de Justicia destaparon esta olla podrida, Castaño Pérez aseguró que nada tenía que ver con esas irregularidades registradas en decenas de documentos y grabaciones. No valió la carga de la prueba y el político caldense salió reelecto como senador con 68.351 votos. Esto evidencia el poder corruptor que tiene este criminal y que sus tentáculos van más allá y más profundo que los hoy capturados.
¿Dónde están sus seguidores? ¿Sus aliados? ¿Sus ahijados políticos? ¿Sus socios y compinches? Callados. Quienes a comienzo de año se peleaban por tomarse una foto con Mario Castaño en una tarima o buscaban pasear en su helicóptero hasta los municipios más distantes del departamento para hacer campaña, hoy se hacen los desentendidos. Algunos desde su curul en el Congreso, la Asamblea o el Concejo, donde llegaron catapultados por el poder y el dinero de este delincuente.
Sí, me refiero al exalcalde de Manizales, Octavio Cardona, hoy representante a la Cámara. A los diputados y concejales liberales que agitaron el trapo rojo clamando por votos para Castaño Pérez en diferentes municipios y departamentos. Al expresidente César Gaviria y demás líderes del Partido Liberal, que le donaron $90 millones para su campaña al Congreso y que prefirieron mantener la maquinaria activa en vez de retirarle el apoyo una vez se conocieron las denuncias.
Debería, al menos, haber un reconocimiento de las culpas. Aceptar que la cagaron. Que son unos codiciosos y arrogantes a los que no les importan los parques, las vías, el deporte, el bienestar de los niños, las comunidades rurales y sus productos… Que se desviven por el dinero así este sea mal habido y que ignoraron todas las señales que indicaban que Mario Castaño Pérez, desde que estaba en la Industria Licorera de Caldas, estaba involucrado en actividades irregulares.
Pero primero se le cae otro diente en público a Gaviria que reconocer su ruindad. Y el Partido Liberal en Caldas… es probable que un futuro levanten una placa en honor a Castaño Pérez en Pácora, Aguadas, La Merced o Salamina; así como en La Dorada y Norcasia hay reconocimientos públicos al parapolítico e integrante del primer Robo a Caldas, Víctor Renán Barco.
Mario Castaño, en reunión a puerta cerrada con la Procuraduría y el tribunal, reconoció ser un hampón. Pero no sabemos nada más. No sabemos qué dijo en esa sesión, mucho menos lo que calló para no salpicar a más personas; personas de mayor calado que él, seguramente. Porque si algo nos ha enseñado la corrupción en Colombia es que detrás de un pez grande siempre hay otro más grande.