Por fin el presidente Petro se siente cómodo y feliz en su puesto. Atrás quedaron las épocas de los discursos en los que manifestaba que iba a hacer un acuerdo nacional, que sostenía reuniones con la oposición y en las que contaba en su gabinete con colaboradores que no eran de su grupo político. Ahora se encuentra en el mejor de los mundos: todos sus subalternos son seguidores suyos y nadie lo contradice.
Estuvo muy interesado en que le nombraran el reemplazo al fiscal Barbosa -quien llegó a ser su máximo contradictor-, tanto que pasó la terna de las candidatas a consideración de la Corte Suprema, con seis meses de anticipación para la elección. Finalmente, después de una fuerte presión y con movilizaciones populares, logró que le nombraran su fiscal general. El país está expectante de la independencia de la nueva fiscal General. Con la polarización en que estamos, lo mejor que nos puede pasar es que tengamos un espacio en el que los fiscales no se conviertan en unos potenciales candidatos presidenciales y que la nueva fiscal se dedique a realizar su trabajo discreta y eficientemente.
Su principal medio para comunicarse con los colombianos es a través de la plataforma X, que la usa permanentemente. Pero su gran pasión es salir a la plaza pública, es allí donde más feliz se siente. Allí da rienda suelta a sus grandes dotes de orador, donde habla de lo divino y lo humano, sin ningún filtro y sin poner mucho cuidado de lo que dice. La mayoría de los asistentes a sus discursos son las comunidades indígenas a quienes le ha dado grandes recursos del Gobierno nacional.
La semana pasada aprovechó la ciudad de Cali como escenario y se despachó contra todo el mundo, especialmente contra el Congreso de la República. Su reclamo fue porque no le han querido aprobar sus reformas sociales. En esta intervención amenazó y chantajeó a los congresistas y al país, con la posibilidad de convocar a una Asamblea Nacional Constituyente. Lo que quiere el presidente es que sus reformas sean aprobadas tal cual las presenta, sin ninguna modificación.
El trámite de una Asamblea Constituyente no es fácil. La propuesta de los puntos a tratar deben ser aprobados por el Congreso. Posteriormente pasaría a revisión de la Corte Constitucional, luego debe ser aprobada por votación popular, con una votación que supere el 30% del censo electoral -casi 13.5 millones de votos- y después nuevamente en otra votación popular, se aprobaría quiénes serían los asambleístas. El trámite no es ágil y es muy probable que se acabe el periodo presidencial sin que ésta sea aprobada, lo que no es para nada del agrado de Petro.
El presidente lo que está haciendo es adelantar la campaña electoral del 2026. Sin lugar a dudas donde mejor se siente Petro es en esta actividad, que es en la que ha estado la mayor parte de su vida. Su gran apuesta no es tanto la aprobación de las reformas sociales, sino lograr perpetuarse en el poder. Teniendo claro que, si no puede postularse a la presidencia, dejaría un reemplazo que sea de su círculo interno, que termine de implementar toda la plataforma política del Gobierno del cambio.
Hay un video circulando por las redes sociales del venezolano Leopoldo López, opositor de Maduro, en el que manifiesta que la aprobación de la constitución vía Asamblea Constitucional, fue el principio de la catástrofe que actualmente vive ese país. Hay que tener muy claro que una Constituyente se sabe cómo empieza, pero no cómo termina. En el transcurso de su actividad cualquier cosa puede pasar. Mientras tanto el “régimen” va fortaleciendo su poder.
La Superintendencia de Industria y Comercio de una manera autoritaria hace pocos días, hizo una intervención a la Registraduría del Estado Civil para revisar toda la documentación que tenía de la sociedad Thomas Greg and Sons, que es la encargada de la logística de las elecciones y que ha sido víctima de ataques del presidente, poniendo en duda la transparencia de éstas. Esta entidad también es la encargada del suministro de las libretas de pasaportes y anda en controversia con la cancillería por la licitación que está en proceso.
Igualmente, la Presidencia ha mostrado una clara animadversión, como cualquier dictador, contra los medios de comunicación, como lo hizo recientemente en una intervención pública en la que atacó a los noticieros RCN y Caracol, acusándolos de embrutecer a la población. Pareciera, tal como se ve en otro video de las redes sociales, que al presidente no le gusta nada del país donde vive, y lo que es peor, del país que gobierna.