Como se vio en la pasada Copa América, el fútbol es el deporte que une a los colombianos, cada que jugaba la selección prácticamente se paralizaba el país. A Estados Unidos el equipo llegó como favorito y con un alto nivel de juego. Así no hubiera ganado la copa, el equipo cumplió la tarea. Los problemas y las salidas fuera de tono se presentaron por cuenta de otros actores. Los que la embarraron fueron algunos colombianos que asistieron a los partidos, el Gobierno nacional y algunos dirigentes de la Federación Colombiana de Fútbol.
El mal comportamiento de los colombianos asistentes a los partidos se empezó a evidenciar desde el juego entre Colombia y Uruguay, en el que se presentó una pelea con los jugadores uruguayos. Este comportamiento se agudizó en el partido contra Argentina. Los desmanes que se presentaron fueron grotescos. Compatriotas nuestros -y uno que otro argentino- colándose al espectáculo, saltándose las rejas de seguridad, dañando las instalaciones del escenario, enfrentándose con la Policía, sumado a otros comportamientos deplorables.
El presidente se montó tardíamente al “tren” de la Selección y sin tener la copa en la mano, declaró día cívico nacional. Aprovechó el momento, que se vio como un oportunismo de última hora, para que le sirviera como un motivo muy importante para lograr la unidad nacional. Trató de volver un hecho deportivo en un evento político. Al final se escondió y abandonó a los jugadores.
Sin lugar a dudas, la vergüenza nacional se dio por cuenta del presidente de la Federación Colombiana de Fútbol, en el que en un claro caso de “usted no sabe quién soy yo”, alicorado, en compañía de su hijo y de sus familiares, algunos de ellos menores de edad, enfrentó a la seguridad del estadio, a golpes y a patadas, por lo que fue a parar a una cárcel de Miami, donde quedó reseñado, esposado y vestido como un delincuente, con ropa de presidiario. Si tuviera un poquito de decoro ya habría renunciado a su cargo.
La culpa de los problemas que antecedieron el partido de la final de la Copa América, no es de la organización, como algunos han querido mostrar. Los malos comportamientos de los aficionados colombianos se vienen presentando desde hace muchos años atrás e incluso las “barras bravas” se han venido tomando los estadios. Los partidos de fútbol, especialmente los llamados clásicos, se convirtieron en un problema de orden público. Exigen una alta presencia de la Policía para controlar las peleas que se presentan tanto adentro, como afuera de los estadios. Ni el Gobierno nacional, ni los directivos del fútbol profesional han estado interesados en atender y solucionar este problema.
Mientras no respetemos las normas, no tomemos conciencia de nuestros actos y no estemos interesados en corregir las malas actitudes y malos comportamientos, no saldremos adelante y continuaremos entre otras, siendo mal vistos y mal tratados en el resto del mundo.
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El problema de violencia no solo se presenta en el fútbol. Somos un país violento. Contribuye a este comportamiento la polarización política y los ataques en las redes sociales, que cada día son más agresivos. El tema se pone más crítico si se le suman los atentados y masacres que permanentemente se están presentando en nuestro país.
Lamentablemente este ambiente tan radicalizado esta impactado muy fuerte en el estado de animo de los colombianos.