Desde finales de la década del 2000, el suicidio es una discusión cotidiana. Manizales es la segunda ciudad del país con el más alto índice de suicidios y durante varios años ha sido la primera. Aunque esta tasa presentó un descenso significativo entre 2009 y 2013, pasando de 7,75 suicidios por cada 100.000 habitantes a 5,43, desde 2014 la cifra se ha incrementado preocupantemente. En 2020, la ciudad registró una tasa de 9,7 suicidios por cada 100.000 habitantes, casi el doble de la tasa nacional (5,9 por cada 100.000 habitantes).
Parte de la complejidad del fenómeno es la amplitud de causas que pueden desencadenarlo. Como lo ha señalado en decenas de investigaciones el profesor de la Universidad de Manizales Jorge Carmona, las causas del sucidio pueden ir desde el abuso y la violencia en la infancia, las decepciones de figuras significativas y enfermedades mentales, hasta la desigualdad económica, el desarraigo o la discriminación sexual, étnica o social.
Pese al amplío espectro de causas, hay tendencias y patrones claramente reconocidos. Los datos sobre la población que intenta suicidarse y la población que efectivamente se suicida en la ciudad coinciden con las tendencias mundiales, ya que los intentos de suicidio ocurren principalmente en mujeres (65%) y los suicidios consumados son cometidos mayoritariamente por hombres (95%). En ambos grupos los principales factores de riesgo son las enfermedades mentales y los intentos de suicidio previos. En este sentido, el suicidio en Manizales tiene una doble condición: es un fenómeno multifactorial que, a su vez, tiene mayor impacto en ciertos grupos con factores de riesgo plenamente identificados.
Por estas razones, metas tan mediocres como la fijada en el actual Plan de Desarrollo, de conservar las tasas de suicidio por debajo de 10 por cada 100.000 habitantes (manteniendo el estado actual de cosas), los anuncios de recortes presupuestales en los proyectos de salud mental públicos o programas tan vacíos y posiblemente corruptos como “La vida es bella”, entregado a dedo a un operador logístico cuyo único mérito es ser amigo del alcalde, no se alinean con los esfuerzos que debería estar haciendo el gobierno municipal para reducir las tasas de suicidio en la ciudad.
Adicionalmente, falta definir una dirección para la prevención del suicidio en Manizales, ya que no es claro si hay un foco en los grupos en alto riesgo o si el énfasis está en acciones integrales y que abarquen multiplicidad de actores.
Programas exitosos de prevención del suicidio en el mundo demuestran la importancia de definir una orientación. El programa Suicidio Cero en Estados Unidos ha logrado reducciones entre el 65% y el 75% en las tasas de suicidio de organizaciones de salud, enfocándose principalmente en atención a grupos e individuos con alto riesgo de suicidio. Asimismo, en Australia el programa LifeSpan ha logrado reducciones hasta del 21% de las muertes por suicidio y del 30% en los intentos, mediante una combinación de estrategias de salud y de acción comunitaria, bajo la coordinación de un equipo que incluye, además de los gobiernos y las entidades de salud, a organizaciones no gubernamentales, grupos educativos, policiales y comunitarios.
En términos de los enormes retos y riesgos que representan las altas tasas de suicidio para Manizales, el próximo gobierno debería determinar un enfoque claro con la meta de retornar como mínimo a los niveles de inicios de la década de 2010. Si el foco es la atención a grupos de riesgo, se podría aprovechar de manera más decisiva ventajas como los altos niveles de afiliación a seguridad social, la participación del gobierno en los niveles de prevención del sistema y los resultados históricos de las universidades en términos de docencia e investigación en salud. Si el énfasis fuera una intervención amplia, se podría potenciar la experiencia de la ciudad en la creación de coaliciones ciudadanas, el diálogo con universidades y colegios (clave por la edad de los estudiantes y por su capacidad para realizar pilotos de forma rápida y controlada) y la vinculación de organizaciones sociales que, como Guardianes de la Vida, desde hace varios años realizan acciones de impacto.
Manizales necesita establecer una dirección en las estrategias de prevención del suicidio y construir una definición colectiva de salud mental y de afirmación de la vida, que nos inspire a ser un territorio más amable, saludable y equitativo.