Diariamente miles de manizaleños se enfrentan a un ejército de #MalParqueados, personas que parquean sus carros o motos particulares en los andenes, restringiendo o incluso prohibiendo el tránsito de peatones por los principales lugares destinados para su movilidad.
La cuenta de Twitter @DePeatonal actualiza esa realidad de manera permanente, generando y reproduciendo mensajes que denuncian este fenómeno:“Esto es propiedad privada de @mabecolombia, llevan años ocupando los andenes alrededor (...) El peatón no importa en estos casos”, “En Manizales, barrio Palermo,en la subida de la calle 67,el andén está prohibido para la circulación de las personas especialmente de los niños por personajes ANTICIVICOS como este”; “Será que en la Carola creen que los peatones no existen? Territorio de #MALPARqueado”.
La cantidad y frecuencia de mal parqueados podría abordarse desde la esfera personal y atribuirse exclusivamente a personas sin ética ni conciencia colectiva, lo cual en efecto sucede, como lo demuestra el hecho de que la infracción de tránsito más impuesta en la ciudad es la de estacionamiento en sitios prohibidos, con casi 5.000 comparendos en 2021. Sin embargo, la problemática es mucho más compleja y difícil: el ambiente hostil y peligroso para los peatones en Manizales es un problema de diseño, cultura y política.
La ciudad se ha diseñado en las últimas décadas para un ritmo y un estilo de vida ajeno, impostado. La preeminencia del carro particular, la adopción de una fórmula única de construcción de la ciudad basada en avenidas, intercambiadores y puentes para los carros, y el impulso a la expansión urbana, intentan emular en pleno siglo XXI el caduco e insostenible modelo estadounidense de mediados del siglo pasado. Esta distopía ha sido potenciada por la paulatina flexibilización de normas para la construcción -a costa del ambiente, el espacio público y la movilidad sostenible-, y por la ya permanente carencia de un sistema público de transporte integrado, ágil y económico.
Este diseño de ciudad genera, entre otros efectos, que más de 40 personas mueran al año por siniestros viales, siendo el 42% peatones. Por estas razones, no extraña que el porcentaje de personas que señalan que su principal medio de transporte es caminar haya decaído drásticamente en los últimos años: del 35% en 2010 al 13% en promedio en los últimos 5 años.
Vuelvo a esta discusión, que ha estado en mi cabeza y la de muchos por años, a raíz de una clase con Gabriella Gómez-Montt hace unos días. Gómez-Montt fue la directora del Laboratorio para la Ciudad en la Ciudad de México, una unidad que funcionó durante 6 años como el área de innovación y creatividad del Gobierno del Distrito Federal. En el diálogo, Gabriella nos contó cómo, a partir de un sentido amplio de participación y democracia, en esa ciudad de casi 20 millones de habitantes impulsaron proyectos como Ciudad Peatón, mediante el cual buscaron dar respuesta al reto de convertir a Ciudad de México en una megalópolis caminable.
A partir de iniciativas normativas, sociales, educativas y de infraestructura, como el Programa Integral de Seguridad Vial, un nuevo Reglamento de Tránsito, la organización ciudadana denominada La Liga Peatonal, el sistema de bicicletas compartidas Ecobici, el programa para liberar las calles para la niñez y el juego, Peatoniños, y el superhéroe que defiende los derechos de los peatones, Peatónito, en la ciudad se empezó a forjar otra cultura alrededor de los peatones y el espacio público, y se disminuyeron las muertes en incidentes viales en un 20%.
El mensaje de fondo de la historia de Gabriella sobre su ciudad es que, por un lado, se requiere creatividad, preparación e imaginación ciudadana y política para enfrentar retos que parecen imposibles de resolver, y, por otro, que es altamente improbable que un solo experimento, proyecto o intervención pueda cambiar un sistema.
Ciertamente Manizales no es Ciudad de México, pero podría aprender, no solo del valiente enmascarado que denuncia y educa a los #MalParqueados, sino sobre todo de la importancia de hacerse las preguntas difíciles, definir las metas adecuadas y avanzar en la resolución de retos con un espíritu de colaboración y pensamiento colectivo.
Recuperar la ciudad para niños y adultos mayores, hacerla menos hostil para padres y madres con niños menores, volverla amable para personas en situación de discapacidad, integrarla con cuidado a la naturaleza que nos rodea y potenciar en ella un estilo de vida en el que el equilibrio entre vida personal, actividades comunitarias, trabajo y familia sea la prioridad, son grandes incentivos para promover una Manizales caminable.
Tenemos ciudadanía, pero falta más política y mejor gobierno. El reto es colectivo.