El poder de las misiones ha sido retomado en los últimos años por la economista Mariana Mazzucato, quien ha impulsado este marco como una herramienta política altamente efectiva e inspiradora. Las misiones se centran en la identificación precisa de los problemas sociales y en el alcance de su solución a través de procesos graduales, participativos y orientados por propósitos públicos. Este modelo propone un cambio en el papel y el pensamiento del sector público, influenciado por décadas por el paradigma neoclásico, pero el cual debe retomar con urgencia su liderazgo y visión sistémica.
Buscando romper con la herencia de estrategias desarticuladas, desconectadas de la realidad e imbuidas por el fanatismo neoliberal, el Ministerio de Ciencia, Tecnología e Innovación estableció que su trabajo se desarrollará a través de Políticas Orientadas por Misiones. Así fue incluido en el Plan Nacional de Desarrollo y de esta manera se proyecta transformar, entre otros, el Sistema General de Regalías, mediante el cual se invierten altísimos recursos del sector en las diferentes regiones del país.
La tarea de potenciar la generación, apropiación y divulgación de conocimiento no es sencilla. La falta de recursos económicos y la desconexión con las problemáticas territoriales son dos de los problemas complejos que enfrenta el sector.
Colombia invierte menos del 0.3% de su PIB en Ciencia, Tecnología e Innovación, a pesar que desde la década del 70 del siglo pasado se ha señalado la necesidad de que se invierta por lo menos el 1%, como lo hacen países como Brasil, que invierte el 1.17% de su PIB en esta área. Asimismo, hay un rezago en la cantidad de investigadores, ya que mientras la media mundial es de 1472 por millón de habitantes, en Colombia solo hay 146 investigadores por cada millón de habitantes, 10 veces menos.
Por otro lado, la disociación entre producción de conocimiento y resolución de problemas está ligada a la idea errada de mandatarios y servidores públicos de que los investigadores y científicos no son actores válidos y necesarios para enfrentar los retos regionales y nacionales. Esta ruptura también se debe a dinámicas corruptas como la cacería de recompensas económicas por parte de algunos académicos, que en lugar de producir conocimiento de valor, se han dedicado a reproducir discursos estáticos con cero relevancia social.
Otro factor que ha contribuido con esta desvinculación es la creciente brecha entre la academia y el sector productivo, como lo demuestran hechos como que el 90% de las patentes desarrolladas por las universidades no están articuladas con los sectores competitivos y que casi el 90% de personas con doctorado se dedique exclusivamente a la academia y solo el 7% trabaje en empresas, mientras en Latinoamérica y en la Unión Europea los doctores que trabajan con organizaciones empresariales llegan al 17% y 55% respectivamente. Esto, en un país donde solo el 0.2% de las empresas innovan en sentido estricto, según el DANE.
La apuesta del Ministerio busca enfocarse tanto en el rezago presupuestal como en la brecha entre ciencia, tecnología e innovación y la superación de las problemáticas nacionales y regionales, ya que no solo se trata de mayores recursos, sino también de definir los propósitos estratégicos y la dirección de estas inversiones. Para ello se definieron 5 misiones que se articulan con grandes retos sociales y con las transformaciones planteadas en el Plan Nacional de Desarrollo, las cuales son Bioeconomía y Territorio, Hambre Cero, Transición Energética, Autonomía Sanitaria, y Ciencia para la Paz.
El compromiso de incrementar los recursos para Ciencia, Tecnología e Innovación, la priorización política y técnica que se le está dando a estas áreas y el propósito manifiesto de vincular la creación de conocimiento con la solución de los grandes desafíos de Colombia, son mensajes alentadores. Queda aún mucho trabajo y discusión para que se definan de forma colectiva los objetivos específicos de estas misiones, ya que son imprescindibles para conocer y medir sus impactos.
Esperemos que con el desarrollo de estas y otras misiones, se siga demostrando que los límites políticos frente a la resolución de los grandes problemas sociales son a menudo más ideológicos que materiales, ya que como lo señala la propia Mazzucato, el papel del Estado en el enfoque de misiones implica un sector público que marque la dirección “diseñando políticas que catalicen la inversión, la innovación y la colaboración entre una amplia variedad de actores de la economía, implicando tanto a las empresas como a los ciudadanos” (2021).