En medio de la posibilidad real de que obras como la Planta de Tratamiento de Aguas Residuales o la remodelación del Coliseo Menor de Manizales, se sumen al cementerio de proyectos de los últimos años, en el que resaltan la renovación urbana de la Comuna San José y la construcción del Aeropuerto del Café, se empiezan a generar temores por una megaobra que debería entrar en funcionamiento pronto.
El Parque Tecnológico de Villamaría, cuya financiación de más de 25.000 millones de pesos ha sido completamente pública, tiene como objetivo “sofisticar la economía de Caldas con conocimiento y tecnología para el progreso social en el territorio”. En este sentido, la misión inicial asignada del parque está en línea con lo determinado por el Ministerio de Ciencia, Tecnología e Innovación respecto a este tipo de iniciativas y concuerda con la definición de la Asociación Internacional de Parques Tecnológicos, que señala que estas entidades son organizaciones que generan riqueza, a partir del trabajo conjunto entre universidades, instituciones de investigación y desarrollo, empresas y mercados.
En medio del proceso de desindustrialización de las últimas décadas en la región y de la acentuada brecha entre investigadores y sector productivo, como lo demuestra el hecho de que en Colombia solo el 7% de los graduados de un doctorado trabajan en empresas, esta iniciativa para conectar el conocimiento científico con las necesidades y retos industriales cobra pleno sentido. Los Parques Tecnológicos conectan en un mismo sitio grandes empresas de base tecnológica con centros de investigación y universidades con el propósito de experimentar, prototipar y finalmente producir innovaciones que resuelvan retos concretos y complejos de las organizaciones vinculadas.
En Estados Unidos, Stanford Research Park lleva más de 71 años generando este tipo de conexiones, alojando a más de 150 empresas, incluyendo a Hewlett-Packard y General Electric. Porto Digital en Brasil es hogar de más de 400 empresas y ha generado más de 20.000 empleos en la economía digital. En Reino Unido, Milton Park emplea a más de 8.000 personas, incluyendo más de 2.000 puestos de trabajo en fabricación avanzada, y el Parque de Sheffield, una ciudad con población e historial de desindustrialización similar a Manizales y Villamaría, ha generado 500 nuevos empleos altamente calificados en los últimos años.
Adicionalmente, estos parques han generado ecosistemas en los que las empresas con experiencia motivan la creación o fortalecimiento de otras compañías y spin-offs, las cuales inician su vida con aire en la camisa debido a su conexión con organizaciones con trayectoria, reconocimiento y mercados.
En este sentido, con el potencial que puede desplegar el Parque Tecnológico de Villamaría, preocupan varios hechos. En la propuesta de modelo de gobernanza del parque, se enuncian algunos posibles actores, pero no se indica qué entidades pondrán los recursos de su sostenimiento, cuáles serán las responsabilidades de las organizaciones que integran el comité directivo, ni cuál será el modelo estratégico. Tampoco se ha establecido aún cuáles empresas de base tecnológica trabajarán en el espacio y, además, se ha insinuado que algunas oficinas de la Gobernación de Caldas y otras entidades públicas se trasladarán al sitio, lo cual contradeciría la naturaleza del espacio y generaría una costosísima subutilización de un lugar diseñado con fines muy distintos a servir como contenedor de cubículos, archivadores y estantes. Asimismo, el hecho de que su primera directora haya renunciado por la falta de claridad en estos y otros asuntos, no puede ser un buen presagio, menos en una región que ha visto desfilar decenas de gerentes de proyectos fallidos.
La expresión elefante blanco se remonta a una antigua tradición tailandesa en la que los reyes le regalaban estos animales a los súbditos con los que tenían alguna enemistad o descontento. Estos mamíferos eran considerados sagrados, pero contrario a ser concebidos como una bendición, suponían una enorme carga para quien los recibía, ya que debían alimentarlos con comida especial y permitir a todos los ciudadanos venerarlos, provocando finalmente la ruina de los cuidadores.
Ante estos riesgos, es un buen momento para que los actores de la academia, el sector público, los gremios y el sector productivo manifiesten sus opiniones y propuestas al respecto. No podemos permitir que un proyecto con una altísima inversión pública, diseñado para generar industria compleja, promover relaciones de valor entre centros de investigación y empresas y crear empleos calificados, se convierta, por acción u omisión, en otro elefante blanco.