Siempre he creído que la educación es la clave para resolver gran parte de los problemas del país. Si todos tuviéramos acceso a la formación como herramienta para maximizar nuestros talentos, Colombia sería otra. Por cada niño que va a la escuela o al colegio y por cada joven que permanece en la universidad ganan los estudiantes, sus familias y la sociedad.
 
Y es que la educación constituye un desafío global. Precisamente la Unesco conmemora este 24 de enero el Día Internacional de la Educación, bajo el lema ‘Invertir en las personas, priorizar la educación’. De acuerdo con esta organización, actualmente 244 millones de niños y jóvenes en el mundo están sin escolarizar y 771 millones de adultos son analfabetos. Entre tanto en Colombia, una investigación realizada por un grupo de observatorios y centros de investigación en educación en el país, reveló que entre 2018 y 2021 el sistema educativo perdió un total de 194.917 estudiantes, es decir, un 26,73%.
 
En mi opinión, para que los colombianos alcancemos el acceso pleno a nuestros derechos fundamentales de desarrollo y bienestar, es necesario impulsar una política educativa con equidad. En ese sentido, todavía tenemos un largo camino por recorrer, sobre todo, en acceso y calidad. Según un reciente informe de la Ocde, Colombia se ubicó en el penúltimo puesto en matemáticas y ciencias, entre los países que hacen parte de esta organización.
 
La calidad educativa es nuestro principal reto. Pero para alcanzarla, no solo hay que apostar a la educación en el colegio, es decir, a la formación básica, media y vocacional, sino también a la inicial, que es la más importante que puede recibir una persona y que se ha convertido en la primera causa de inequidad en el país.
 
Para ello es necesario que el Gobierno aumente la inversión de recursos en los territorios más vulnerables para lograr no solo subsanar las deficiencias en materia administrativa sino también, para constituir la alta calidad educativa como bandera de progreso.
 
También es necesario expandir la formación tanto en nuestros docentes como en nuestros estudiantes. Los primeros deben ser formados en habilidades blandas, socioemocionales y ambientales. Los segundos deben recibir una educación en alfabetismo digital, incluyendo enfoques pedagógicos para resolución de problemas como el estudio Steam (ciencia, tecnología, ingeniería y matemáticas) que promueve la independencia de los estudiantes para hacer del aula una comunidad de aprendizaje. Además, hay que seguir avanzando en el bilingüismo para responder a las exigencias del mundo globalizado.
 
De otra parte, para mejorar los procesos de aprendizaje se hace necesario construir programas de evaluación y nivelación. También es urgente que se reglamente la forma en la que se debe ofrecer la educación virtual en el país, para así poder aprovechar las ventajas de esta revolución digital.
 
Respecto a la formación para la primera infancia, es importante desarrollar una educación integral universal en la que, tanto docentes como agentes educativos y cuidadores responsables, contribuyan a reducir la injusticia que actualmente existe, en la que un niño o niña tiene oportunidades de acceder a la educación de calidad, dependiendo del lugar en el que nació.
En cuanto a los jóvenes, es necesario promover políticas que apunten a mejorar su calidad y pertinencia. Precisamente La U presentó en el congreso el proyecto de ley ‘Incentivos a la educación dual’, para que los jóvenes puedan trabajar mientras se forman en áreas que dinamizan la economía como el de la construcción, actividades inmobiliarias, comercio electrónico e información tecnológica.
 
Los invito a que entre todos sigamos apostando por una Colombia más educada. Ese es el camino que nos permitirá romper las brechas sociales, la inequidad y potenciar todo lo bueno que tiene su gente.