Cada año en la Plaza Saint-Sulpice de París se celebra el Mercado de la Poesía, que llega esta semana del 7 al 11 de junio a su cuadragésima edición dedicada a Cuba y el Caribe en medio de la polémica, pues a última hora anularon la presidencia honoraria que le había sido otorgada a la poeta y traductora cubana Nancy Morejón (1944), después de que opositores al gobierno de la isla encabezados por Jacobo Machover y el Pen Club francés la acusaran de haber sido favorable a Fidel Castro y su régimen a lo largo de su vida.
Los organizadores del Mercado de Poesía decidieron quitarle la presidencia honoraria a Morejón, quien dirige la revista cubana Unión, órgano oficial de los escritores de la isla, para evitar incendiarias polémicas que se insinuaban atizadas por uno u otro bando, pero el escándalo ya está hecho y muestra como la política interviene en las lides literarias y artísticas sembrando cizaña entre quienes se dedican a la poesía.
Con frecuencia, los grandes premios poéticos otorgados en España a latinoamericanos se dan a autores que militan en alguna causa política o son opositores a gobiernos, como ocurrió recientemente con el Premio Cervantes al opositor venezolano Rafael Cadenas, que en su juventud fue comunista, y el Reina Sofia de poesía a la nicaragüense Gioconda Belli, a quien el régimen de Daniel Ortega le quitó la nacionalidad y la condenó al exilio con un centenar de compatriotas, entre ellos el ex vicepresidente Sergio Ramírez. En estos tiempos hay que ser autor “comprometido” para aspirar a los honores oficiales.
En los tiempos de la Guerra Fría, los grandes premios se otorgaban a autores latinoamericanos de izquierda, incluso militantes o cercanos al Partido Comunista, como fue el caso de Jorge Zalamea, Pablo Neruda y Gabriel García Márquez, entre otros. A la caída del Muro de Berlín y el hundimiento de la Unión Soviética, el vaivén oscilatorio político cambió de rumbo y los premios Nobel hispanoamericanos fueron desde entonces para derechistas “comprometidos” como Camilo José Cela, Octavio Paz y Mario Vargas Llosa.
Entre los escritores o artistas favorables al régimen cubano han figurado además de Nancy Morejón, Roberto Fernández Retamar, Alicia Alonso, Miguel Barnet, Fina García Marruz, Julio García Espinosa, Senel Paz, Omara Portuondo, Silvio Rodrígez, Chucho Valdes y Cintio Vitier entre otros, que en 2003, cuando el gobierno cubano apresó a decenas de artistas y escritores, entre ellos Raúl Rivero, y ejecutó a tres jóvenes que intentaron desviar una embarcación para escapar de la isla, firmaron una carta en apoyo al gobierno de Fidel Castro, donde justificaban el asunto en el contexto del enfrentamiento con Estados Unidos.
Desde hace 60 años el problema cubano ha sido candente y siempre se han dado dos bandos irreconciliables, uno de favorables, que residieron y ocuparon cargos en el país como Roberto Fernández Retamar, o escritores latinoamericanos de izquierda como Gabriel García Márquez, Juan Gelman, Mario Benedetti y Eduardo Galeano, y otro de encarnizados opositores que tuvieron que irse al exilio como Guilermo Cabrera Infante, Reinaldo Arenas, Zoe Valdés y Jacobo Machover, entre otros, que han luchado contra la represión cubana desde el destierro.
En respuesta, poetas y escritores encabezados por Philippe Tancelin, Francis Combes, Ignacio Ramonet y Jean Portante lanzaron una carta donde defienden a la poetisa afrodescendiente, traductora del gran poeta martiniqués Edouard Glissant y autora de muchas colecciones de poesía celebradas en festivales y por los entendidos. Ellos afirman que cuando se “pretende asumirse como defensores de los derechos humanos en el resto del mundo, habría que comenzar por barrer frente a su propia puerta”, en referencia a las grandes potencias europeas coloniales, entre ellas Francia, o Estados Unidos, a cuyos poetas nunca se les piden explicaciones por las guerras, genocidios y atrocidades que han cometido sus gobiernos.
Como puede verse, los bandos aquí son irreconciliables y más de seis décadas después la Revolución cubana sigue generando polémica, encono, ahora en en el centro de París junto a la iglesia Saint-Sulpice, en el barrio latino. Para unos Cuba ha sido una dictadura cruel y para otros la isla es víctima del bloqueo del imperio estadounidense. Es bueno preguntarse entonces ¿Qué tiene que ver aquí la poesía? ¿Las afinidades políticas de un poeta invalidan su obra?
La verdad es que muchos poetas y escritores más escépticos descreen de las ideologías y sus líderes o caudillos, pues las ideas políticas y las creencias pasan y los humanos quedan con sus destinos después de la guerra. Por eso optan por llevar vidas concentradas en la creación y lejos de la militancia o los compromisos.
Muchas veces esos poetas que no toman partido ni militan por causas son los olvidados de premios, condecoraciones y honores y por lo tanto se salvan de ser manoseados por los políticos. Prefieren vivir en silencio y en la soledad lejos de la absurda algarabía política de los humanos, más cerca de la naturaleza, viajando en el relámpago del tiempo e indagando por los misterios de la existencia y el transcurrir. Así cada loco con su tema político y cada poeta con su propio destino.