Estimado Juan José.
Es francamente incomprensible la persecución de que ha venido siendo víctima la Fiesta Brava en Colombia en los últimos años. No conozco de otra actividad legítima y debidamente reglada por las leyes de un país sobre la cual se haya ensañado un sector social para buscar desaparecerla del contexto de las tradiciones de un pueblo. Y mi extrañeza no se fundamenta en un simple pensamiento; de hecho existen valiosas circunstancias que amparan la actividad taurina dándole a esa persecución un tono de irracionalidad e insensatez perverso, al cual se le adiciona una condición violatoria de derechos fundamentales y una vulgaridad aberrante que “per se” están encarnadas en esa conducta.
La Fiesta brava bien puede ser calificada como el “Templo del Respeto” en el cual reina la paz y la armonía en todos y cada uno de los momentos que componen su devenir. En los Toros jamás se han presentado escándalos sociales y menos políticos o financieros. Se trata de una actividad sana alejada de este tipo de trifulcas y por lo menos en Colombia, no ha podido ser permeada por dineros obscuros ni por personajes cuya importancia dependa, no de una valiosa hoja de vida, sino de un rico prontuario.
Y todas las buenas costumbres que se ven reflejadas en la actividad taurina son fruto de la excelente educación, lealtad y caballerosidad del aficionado a los Toros. No se consigue un grupo social más serio, sano y educado que los taurinos. Bien decía Federico García Lorca: “Creo que los toros es la fiesta más culta que hay en el mundo”. ¿Será esa una de las causas por las cuales parte de la actual sociedad colombiana está empeñada en acabar con los Toros? Porque la moda hoy es la violencia, el desconocimiento del derecho ajeno, el atropello y tener tan a la mano un grupo de ciudadanos que respetan la vida, las buenas costumbres y los derechos de sus congéneres (como si se tratara de un país civilizado) será que les incomoda al punto que no quieren que ese ejemplo cunda? Suena chistoso mi querido Juan José, pero no sé si habrás notado que en Colombia estamos en la “era del mundo al revés”. Nos venden la idea de que lo bueno es malo y viceversa. A los bandidos hay que premiarlos y a la gente de bien abandonarla a su suerte y de poderse, perseguirla. Pero bueno, dejemos de lado estas penurias y sigamos en lo nuestro.
Tanto en la tauromaquia en general, como en la plaza, se da cabida a ciudadanos de bien provenientes de todas las condiciones humanas posibles y es una realidad absoluta la confraternidad entre ellos, bien se sea en el coso mismo o en la tertulia, en “el condumio” previo a la corrida, o inclusive en el bar, la caseta o cualquier otro espacio público o privado donde se reúnen los aficionados pre o post corrida a comentar bien sea las incidencias de lo que acaban de ver o las expectativas que los “alumbran” en cuanto a lo que verán. Allí jamás se oirá un insulto, o se verá una patanada y menos una pelea entre aficionados; por más radical que pueda resultar el punto de vista de alguno frente al concepto liberal de otro, toda discusión se mantendrá a nivel del diálogo civilizado; las vías de hecho, la agresión, el insulto, tan comunes entre fanáticos de otras disciplinas deportivas, no se verán jamás entre la gente del Toro. Las diferencias que se presentan entre aquellos que tienen la tauromaquia como actividad lúdica y cultural son más bien de gustos, de formas de interpretar el arte, de pertenencia a escuelas de la tauromaquia diferentes, de percepciones sensoriales particulares, que jamás conducirían a las brutales confrontaciones que resultan el pan de cada día de nuestra actual sociedad.
Y no es que en la Fiesta Brava no se manejen pasiones, claro que las hay y bien marcadas. Pero cuando la buena educación, el respeto y el amor, en este caso por “La Fiesta más culta que existe”, priman por sobre la vulgaridad, la falta de civismo, la ausencia de conocimiento de las normas básicas de urbanidad, la mala educación y la chabacanería, aparecen estos “extraños” fenómenos de sana convivencia, que permiten el disfrute íntegro y amable de nuestra existencia, en compañía de nuestros congéneres. Recibe un abrazo de tu amigo. El Fraile. Añadido: Bien le haría a ese sector incívico de la sociedad el darse un paseíto por la obra de Naomi Eisenberg para que entendiesen como la mala educación y falta de respeto por el entorno generan un “dolor social” que impacta nocivamente el cerebro humano dificultando la convivencia.