La reciente y celebrada victoria del Once Caldas, que lo reivindicó temporalmente con su afición, fue el cierre de una semana azarosa, conflictiva, dominada por rumores, con un pesado ambiente alrededor del club, el cuerpo técnico y sus jugadores. Una dinámica destructiva rebosante en las palabras necias.
Tan insustancial es el fútbol cuando adquiere protagonismo negativo fuera de las canchas.
Por fortuna, los cuatros goles y el juego desplegado armaron la fiesta en la tribuna. Goles de concepción especial, todos con calidad e importancia sin igual, desde el primero hasta el último.
El de Billy Arce, que abrió la cuenta, cobro perfecto al ángulo con impecable precisión y el del amor maternal con desbordes hasta las gradas en su celebración, de Yeiler Valencia.
A pesar de las consecuencias reglamentarias correctamente aplicadas por el árbitro Roldán, acciones como esta se deben aplaudir, para evitar la tiranía de los metódicos que matan el fútbol de aburrimiento.
Solo quienes alguna vez jugaron entienden la emoción descontrolada cuando se castiga a un portero, cuando se mete un gol o cuando espera en las gradas el incomparable abrazo de una madre enferma, que ansiaba la gloria de su hijo.
Goles, los del domingo, precedidos de jugadas bien elaboradas. Desde los penúltimos pases, con precisión y agilidad mental de Torijano y las asistencias perfectas de Cardona, en el de Dayro; de García, en el segundo de Arce y de Franco Mejía, en el de Valencia.
Otorga Dayro primas por asistencias a sus compañeros, cuando las jugadas terminan en la red. No te sorprendas. Generoso es. Pero no con el equipo porque prevalece su interés personal por batir el récord de goles en el fútbol nacional.
Lo que lo lleva a un egoísmo extremo, negando la posibilidad a sus compañeros, situados en óptima posición para anotar.
El Once evolucionó en su juego. Con impecable despliegue físico, elaboró mejor, fue ordenado, con variadas fórmulas de ataque, mientras estuvo el ecuatoriano en el campo, un futbolista que rescató la pelota quieta, como receta alternativa y la calidad para jugar, "fruta prohibida" en ciclos anteriores, en un equipo acostumbrado solo a templar, marcar, chocar y correr.
Fue auspicioso el rendimiento de los chicos incorporados a la nómina por el cuerpo técnico, quienes dudas dejaron en juegos anteriores. Montaño fue una grata novedad.
Mientras se afirman Cardona y, por pasajes García y Pérez, decrecen Lemus, Sherman y Correa.
Los dos primeros pasaron por el partido sin dejar rastro alguno y el veterano defensor, por lo lento, aparatoso y sin medida en el juego de anticipo defensivo.
El Once, el presidente, los jugadores y los entrenadores, deben blindarse ante el pelotón de críticos destructivos que lo rodea. Dañinos con la lengua, adentro y afuera del club.
Y, por su azaroso presente en el tablero de posiciones, debe mantener la tendencia alcista en su rendimiento para optimizar su producción. No quedarse en flor de un día. Paso a paso, punto a punto, sin desfallecer, para encontrar los objetivos.