Fernando-Alonso Ramírez
Periodista y abogado, con 30 años de experiencia en La Patria, donde se desempeña como editor de Noticias. Presidió el Consejo Directivo de la Fundación para la Libertad de Prensa en Colombia (Flip). Profesor universitario. Autor del libro Cogito, ergo ¡Pum!
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-...Ha pasado demasiado tiempo.
- ¿Y demasiadas guerras?
- También...
Presento excusas por haber empezado por el final, porque este diálogo, más extenso, se encuentra en la última página de Revolución, la más reciente novela del español Arturo Pérez-Reverte. No les voy a contar cómo termina esta obra sobre una época convulsa de México, cuando se daban los pasos para la nación que es hoy, hace un siglo atrás.
El escritor sigue en guerra. Después de Sidi, una historia del Rodrigo Díaz de Vivar en español moderno; de Línea de Fuego, triste mirada a la realidad de la guerra civil española; y de El Italiano, un asomo a la II Guerra Mundial; se mete ahora nada menos con la Revolución mexicana, con Pancho Villa, Zapata y otros cuántos que la hicieron posible, pero que también murieron en el intento de cambiar el país.
Debo confesar que hemos visto tantas caricaturas del cine estadounidense sobre los bandoleros mexicanos que de cierta manera no tenemos mayor certeza de qué fue lo que sucedió en ese proceso histórico en el que se dieron varios golpes de Estado y las revueltas dejaron muertos por miles. Como es habitual, los personajes de Pérez-Reverte no son ni buenos ni malos, son ellos y sus circunstancias.
Martín es un joven español que se encuentra en México en su función de ingeniero de minas, pero la Revolución lo frena hasta que se topa con un grupo, comandado por Pancho Villa, el mero mero. Desde ese momento su vida da un vuelco. Su conocimiento en explosivos lo obliga a prestar servicios a la causa villista. Al mismo tiempo se da cuenta de que hay algo en esa vida guerrillera que lo atrae. Lo que empieza casi como un secuestro, como una obligación, se convierte en una inquietud permanente. En el dulce sabor de descubrirse que le gusta lo que ve y lo que vive.
Claro, imposible estar en la guerra sin ensuciarse las manos. Por eso, Martín deberá afrontar difíciles situaciones, dilemas morales que no sabe bien resolver o no quiere. Se vuelve cercano a quienes mandan, los mismos que odian a los españoles, pero se gana su respeto al compartir hombro a hombro con ellos, aunque no deje de ser visto por muchos como un gachupín.
Las crueldades que cuenta en cada libro de guerra Pérez-Reverte no son inventos, son parte de lo que él mismo atestiguó, como corresponsal de guerra en 18 conflictos armados, durante dos décadas. Por eso, sus relatos son tan fieles a la complejidad del ser humano y también ese respeto inquietante por los hombres que toman las decisiones difíciles, por severas que sean, pero que asumen su papel sin arredrarse. Que hacen lo que tienen que hacer.
Es fácil recomendar los libros de este autor. Es un profesional de la palabra, que sabe llevar los textos con una narrativa impecable, con personajes que van y vienen, pero que cada uno tiene su razón de ser. También hay que decir que se trata de alguien estudioso, porque en esta novela maneja de manera magistral los mexicanismos y giros idiomáticos para darles credibilidad a los hombres de la Revolución,
Todo libro de Pérez-Reverte trae implícita una reflexión sobre la crueldad de la guerra y cómo arrastra en su locura a hombres y mujeres que víctimas de las circunstancias no pueden negarse a continuar en ella, aunque después de un tiempo sientan que fueron otros los que vivieron esa situación, pero al verse al espejo fueron los mismos. Igual, hay tiempo para el amor. Mujeres que desde muy distintos terrenos ayudan a Martín de diferentes maneras.
Durante años recité de memoria los versos del mexicano Amado Nervo que dicen: “Porque veo al final de mi rudo camino, que yo fui el arquitecto de mi propio destino..." Cada vez desconfío más de esa mirada reverencial a las posibilidades que se forja uno mismo y creo más en que el azar juega papel importante en nuestra vida. Hay que ayudarse, por supuesto, con esfuerzo, pero claramente, en nuestras vidas influye el azar, estar en los lugares en el momento indicado, o no estarlo. Al final, somos unos románticos, como Martín, un español que no pintaba nada en la lucha de un pueblo que no era el suyo, pero que aprendió a respetar lo que allí sucedía.
Lean a este español de talento y #HablemosDeLibros, de todos los de este autor, o de la historia revolucionaria de nuestros pueblos. De la violencia mexicana, que nos hace pensar en tanta sangre derramada también en nuestro país.
Subrayados
* No es lo mesmo el pueblo en armas que una partida de bandoleros.
* Se sentía flotar en el tiempo y el espacio, en un lugar donde pasado y futuro carecían de sentido.
* Me enamoré de la democracia, ¿qué le parece..? Pero es una mujer que paga mal.
* Ni los principios son absolutos, ni los pueblos son tan ciegos para suicidarse por respaldar una doctrina que los lleva al desastre.
* Así es la revolución. Se hace matando... las ganas cuando matas más que el enemigo, y la pierdes cuando matas menos.
* No era que los mexicanos despreciaran la muerte, se asombró una vez más. Solo se burlaban de ella.