Estimado Juan José:
Otro año que termina con el logro de haber dejado plantada la semilla de la incertidumbre en cuanto al futuro de nuestro cada vez más descuadernado país y sin que se vea al director de la orquesta manejando con solvencia melódica una partitura que le permita encauzar las “performances” de los músicos al ritmo de su batuta.
La realidad nacional de hoy se asemeja a lo que sucede cuando en un “foforro” nos encontramos con una orquesta compuesta por músicos mediocres que andan al garete y comentamos que el nombre que debería llevar la agrupación era el de “Los Independientes” dado que cada uno toca por su lado, produciendo un ruido que de música poco tiene, pero que ante la realidad de que “hay sopa de fideos y de jodeos y la de fideos se acabó” no
queda otra que bailar de mala gana y esperar que pase la tanda a ver si de pronto aparece en el escenario una banda mejor.
De este velo de incertidumbre que envuelve al país no se ha librado nadie, ni la Fiesta Brava, que si bien siempre trató de mantenerse al margen de los manejos políticos para sobrevivir sanamente, ha caído en las redes de la politiquería y del populismo dado que quienes ejercen estas actividades han decidido tomarla como bandera de la
antítesis del “animalismo” o defensa de los animales, haciéndole con ello más daño que el que de por sí le hacen las figuras extranjeras con los desmedidos honorarios que están cobrando por actuar en Colombia.
Los taurinos tienen hoy varios frentes que atender. Iremos en orden. Si bien es cierto que el haber ganado una batalla en la Cámara de Representantes logrando que se archivara el proyecto del ley presentado por el representante Juan Carlos Lozada deja ver una luz al final del túnel, pues este legislador pretendía acabar definitivamente con la Fiesta Brava en todas sus manifestaciones, también es cierto que aún queda por derrotar otro proyecto de ley, éste tramitándose en el Senado por parte de una vieja enemiga de los Toros, con el cual, de igual manera al de Lozada, se busca que la Fiesta desaparezca en Colombia. Tenemos entonces en “pendientes” derrotar el proyecto de ley de la senadora Andrea Padilla Villarraga y prepararnos para, como decía el padre García Herreros, “la noche que llega”.
Acto seguido, tenemos la inconsciencia de los apoderados y de las figuras mismas en cuanto a las condiciones que ponen para presentarse en Colombia, condiciones estas no solo de fechas, carteles, vale decir compañeros, ganaderías y tipo de espectáculos en los que aceptan o no presentarse, sino económicas también; en cuanto a estas últimas francamente, no sé cómo las empresas aceptan pagarles las astronómicas cifras que piden estando la Fiesta colombiana en las que está. Y lo más grave del asunto es que estas exigencias necesariamente llevan a los organizadores a tener que elevar los precios de las boletas a unos precios “preocupantes”, por decir lo menos, a los cuales habrá que incluirles el IVA a partir del primero de enero del año que entra porque es bien sabido de todos que el actual presidente de Colombia ha manifestado su antitaurinismo en varias oportunidades y en virtud de ello incluyó el cobro del impuesto del IVA para las boletas de Toros en su muy criticada reforma tributaria; mejor dicho, otra pata que le sale al cojo. Y para cerrar con broche de oro tenemos la protesta, válida a mí juicio, de los matadores de toros colombianos frente a las dos empresas que regentan las plazas de primera categoría que aún quedan activas, a saber, Cali y Manizales, por no cumplir con el tradicional “mitad más uno” de toreros colombianos en los carteles de Manizales y por no incluir un colombiano cada tarde en los de las dos plazas. Este compromiso, que en realidad es una tradición, fue adquirido por las empresas taurinas hace muchos años y se firmó después de una larga y tortuosa lucha por dignificar al torero colombiano. Una feliz y alegre navidad y un próspero año nuevo son los deseos del Fraile para sus lectores.