Dios mío, te necesito para dominar los temores, conservar viva la confianza y no tener una fe vacilante.
Necesito el formidable poder de tu santo Espíritu que me lleve a volar alto como las águilas.
Cuando la fe es fuerte los temores se debilitan y desaparecen, por eso, Señor, aumenta mi fe.  
Asediado por las dudas o el infortunio es cuando sé si mi confianza tiene la resistencia del diamante.
Quiero descansar en ti y creer que nada debo temer porque Tú estás conmigo y nunca me dejas.
Puedo estar acosado por la adversidad, pero es sólo una prueba pasajera para crecer.
Abraham, Moisés, David y todos tus elegidos también fueron probados y siempre los sacaste del barro profundo.
Hoy me acerco a ti y te digo como Jesús desde su cruz: “Padre, en tus manos me encomiendo”.
@gonzalogallog