El presidente Gustavo Petro, en medio de su desespero por la ingobernabilidad, el desastre administrativo, la disminución de su influencia popular, la pérdida de credibilidad, el aumento del rechazo del pueblo, y el fracaso en todos los frentes, ha querido victimizarse diciendo que todo su desprestigio obedece a un golpe blando supuestamente urdido desde la oposición.
Y tal vez tenga razón. Porque, viéndolo bien, la mayor oposición de este gobierno reside en sus propios miembros. Y el impresionante desgaste que tiene hoy al país en vilo y a las instituciones en guardia, es provocado desde la médula familiar o gubernamental de Gustavo Petro.
En esa médula familiar veamos a Verónica Alcocer, quien no se cansa de hacer el ridículo con exposiciones mediáticas faranduleras, repudiables por lo desfachatadas y grotescas; o de su hijo Nicolás, involucrado hasta los tuétanos con escándalos de dineros corruptos vinculados con el narcotráfico; o de sus otros hijos oligarcas, beneficiarios de prebendas y auxilios de imposible acceso para los jóvenes del común; o de su hermano negociador carcelario, involucrado en escándalos desde la campaña presidencial. O de su propio comportamiento aparentemente dipsómano, que es la posible causa de los constantes incumplimientos a citas importantes, y de los desplantes a magistrados, alcaldes, gobernadores, gremios, militares y civiles.
Y en cuanto a la médula gubernamental sigamos con la vicepresidente, cuyo eje argumental es el racismo al cual acude para defender su incapacidad, ignorancia y desfachatez. La metamorfosis que sufrió esa mujer supuestamente humilde, noble, generosa, altruista y sensible; aunque hostil, malacarosa y con el odio incrustado en su mirada, la convirtió en ambiciosa, humillante, altiva, descarada y abusiva; y aún más hostil, malacarosa y con mayor odio incrustado en su mirada. ¡Y eso el pueblo no lo tolera ni perdona! ¡De malas!
Y sigamos con sus aliados políticos. A su presidente del congreso, Roy Barreras, le anulan la elección; varios de sus escuderos son investigados y su investidura pende de un hilo judicial; tiene que prescindir de ministros incapaces y sus personas de confianza, Armando Benedetti y Laura Sarabia, son expulsados en medio del mayor escándalo por tráfico de dineros oscuros, violación de topes de campaña y comportamientos delictuosos; y sus más acérrimos defensores se reducen a bodegas bombarderas de ofensas, insultos y amenazas, acompañadas de congresistas sin vergüenza que se aferran a las mentiras, para libar de las mieles de un presupuesto abierto a la indelicadeza y la corrupción.
Pero la culpa, según Petro, es de la oposición. ¿De cuál oposición habla, entonces? ¿De Uribe, acaso? Pero si hace menos de un año hicieron fiestas porque lo habían sacado de la arena política definitivamente. ¿De los partidos ajenos al Pacto Histórico, tal vez? Pero si están permeados, supuestamente, por el trabajo individual del ministro del interior y Verónica Alcocer. ¿No se ufanan constantemente en las redes sociales del supuesto apoyo popular arrollador del petrismo? ¡Ja! El miércoles pasado quedó en evidencia el verdadero y lánguido apoyo, a pesar de que las bodegas quisieron falsear la realidad a través de trinos mentirosos y distractores, y de que forzaron la presencia de niños de escuelas e indígenas en las marchas de diferentes ciudades del país. ¡Pobres!
Entonces sí: la oposición que invoca Petro es su propio gobierno y su propia familia. Y sus salidas en falso, más la soberbia, terquedad e imposición dictatorial de su voluntad; más un cúmulo de posiciones absurdas, injustificadas, inconstitucionales e ilegales que trata de ordenar desde su trono, y que lo muestran como un ser omnipotente e incontrolable. ¡Y eso cansa! ¡Esa mezcla de demagogia popular con incumplimientos, comportamientos autoritarios, dictatoriales y abusivos tiene que terminar en una amalgama de estiércol que, más temprano que tarde, inundará su propia casa y su propio entorno!
Y, para fortuna del país, el desprestigio, antipatía, descontento, rechazo y repudio se está trasladando a las regiones, y muy seguramente tendrá incidencia en los resultados de las elecciones de octubre 2023, que serán un plebiscito que plasmará en las urnas el inconformismo del país. De pronto, ¿por qué no?, estamos es asistiendo a un autogolpe blando. ¡Ojalá, y bienvenido!