En medio de tantas noticias nefastas que se presentan en Colombia a causa de un gobierno que solo sabe de pendencias, revanchas, retaliaciones, imposiciones, corrupción y comportamientos oscuros, esta semana que termina fue gratificante y esperanzadora.
El martes, con el cierre de legislatura pudimos respirar tranquilos ante el hundimiento de la reforma laboral, y la caída del proyecto del uso recreativo para adultos del cannabis. Paralelamente, asistimos a una de las manifestaciones más grandes en la historia del país, en contra de un gobierno que día a día se hunde en su propio excremento. Seguramente Petro nunca llegó a imaginarse beber de su medicina y hoy se ahoga en ella. Y así él y sus esbirros (como Carlos Mario Marín, en Manizales; o Quintero, en Medellín) traten de minimizar la magnitud de lo ocurrido en las calles, saben que se exponen ante una Colombia encendida en su orgullo y henchida de amor por su tierra, y que ya reaccionó ante el claro asomo de dictadura que se proyecta desde la Casa de Nariño, y la evidente corrupción en los campos donde pastan las reses petristas.
En cuanto a los resultados legislativos, nace la esperanza de que las mayorías del Congreso de la República hayan recapacitado y estén dispuestas a obrar con independencia, pues nos asomamos a un período en el que van a seguir su curso reformas como la pensional y de la salud que requieren de inmenso cuidado y seso, para evitar que la improvisación presidencial se imponga sobre la sensatez que necesita el país. Es un duro reto que van a afrontar, pero también una clara oportunidad de dignificar una corporación cuyo desprestigio es bien ganado y que, por ello, requiere de su propio oxígeno para recuperar respaldo, credibilidad y estabilidad.
Y sobre las maravillosas marchas que se presentaron en todas las ciudades del país, son el inicio de una reacción popular que tiene un hondo significado: es el grito del pueblo desengañado, acorralado, desconsolado y agobiado que le anuncia al gobierno de lo que es capaz si lo sigue ultrajando como hasta ahora. Es la manifestación clara de unas mayorías que luchan por la democracia, con la democracia y mediante la democracia, en contra de cualquier posibilidad de imposiciones absurdas, mezquindades perversas o mandatos dictatoriales. ¡Es la gran advertencia de que el pueblo está vivo! Y no precisamente ese pueblo pagado para destruir, vandalizar, asesinar, devastar y acabar con los bienes públicos y privados; ¡No! El pueblo de verdad, honesto, trabajador y productivo que lucha por sus derechos mediante la institucionalidad, y se impone pacíficamente sobre aquellos que solo saben de violencia, terrorismo y barbarie. ¡Es la lucha digna de un pueblo digno!
Pero además de lo que significa para el país que un pueblo se manifieste de la manera como lo hizo esta semana, en lo regional tiene una relevancia mayor, pues en ciudades como Manizales o Medellín en las que la movilización fue descomunal, sus gentes manifestaron también la angustia por lo que localmente les sucede. Porque en esas ciudades saben que sus gobernantes son aliados indiscutibles del gobierno nacional y que, además de compartir partidos políticos, ideales absurdos y métodos corruptos y atropellantes, comparten la torpeza, el desconocimiento, la ignorancia y un gran cúmulo de desaciertos y comportamientos erráticos y ruinosos.
Y eso es también glorioso. Porque no es solo la manifestación del disgusto, rechazo y sentimiento de aversión contra los gobernantes actuales, sino la advertencia de que serán derrotados en las urnas, a pesar de que desde ya están desviando el presupuesto, la contratación y la burocracia en fines electorales personales o familiares.
Por eso no fue extraño que la jefe de prensa de la secretaría de movilidad tratara de minimizar la marcha en Manizales, diciendo que era de unas “ 300 personas” (aunque después reculara), pues ante las evidencias no les queda más remedio que negar lo que íntimamente les atormenta y saben insuperable: el rechazo del pueblo hacia un dirigente perverso, corrupto, incapaz, mediocre, narcisista y mitómano.
¡Por eso esta semana fue gloriosa, a pesar de las mentiras oficiales!