Faltan la conciliación entre el Senado y Cámara del Congreso de Colombia, y los recursos, si se utilizaran, para prohibir las corridas de toros y otras actividades, a partir de los tres años luego de perfeccionar la ley. Podrán aparecer decisiones legales en favor o en contra de lo prohibido.
Cuando se vislumbraron intentos prohibicionistas aparecieron las posiciones de taurinos y manifestaciones de antitaurinos; se estableció una profunda diferencia entre grupos. No siempre han sido francos en sus sentires y deseos. La mayoría, se adhiere silenciosamente. Es evidente que taurinos, confesos o tímidos, van virando a antitaurinos; pero casi ningún antagonista se convierte en adepto.
Cambiar o persistir están ligados a muchos factores, generales o personales. Ojalá, la esplendorosa verdad se imponga. Sólo se presume el fondo real de todas las consideraciones antitaurinas. Cada quien, en estos temas, es libre de pensar y accionar, dentro de la ley, respetuosa del contradictor y sin violencia. Lamentablemente, algunos antitaurinos han ejecutado incidentes verbales y físicos apartados de la convivencia.
Se han expresado verdades y falacias en torno a la prohibición o no, de las corridas de toros. Se han mezclado tesis y antítesis, dentro de cada sector, en la defensa y ataque a la existencia de las corridas.
Queda incólume la existencia de aficionados a las corridas de toros, unos que frecuentan las fiestas taurinas y otros que en la distancia leen, ven y analizan.
Es indispensable expresar que la asistencia a la plaza de toros es costosa. Todo en la vida tiene algo de riesgo y la asistencia a las Plazas de toros, no es la excepción: Clima y el mismo desarrollo del festejo.
Enfocando un aficionado raso hay que mencionar los motivos y sensaciones que se despiertan frente a una corrida. Comenzando con la primera y fundamental premisa: Quien observa corridas en directo o virtualmente o lee o se informa con avidez frecuentemente sobre ellas, es porque le gustan. De lo contrario es un acto de hipocresía, salvo que se utilice para denostar la corrida o al taurino. No existen aficionados obligados.
La vida del taurino generalmente se inicia en la infancia o juventud. Se intensifica con la edad y la oportunidad cercana a los temas y prácticas, aficionado de tendido, relacionados con las corridas. Necesita tiempo de maduración. Aficionados y antitaurinos entregan y reciben en diferente contexto.
El actor principal de la tauromaquia es el toro. Luego, el matador de toros, denominación ancestral que ha perdido espacio conceptual y práctico, de ahí los problemas combatidos por los antitaurinos.
Para los aficionados la sola visión del animal en todo su esplendor es un momento de elevada sensibilidad humana, cuando su estampa y la percepción de su poderío, son evidentes.
La afición, incluyendo todos los actores del ruedo, implica emoción, es incontrovertible y no se demuestra siempre. Comienza en la Plaza y luego en cualquier sitio, con la observación de un vídeo o una fotografía explícita o una narración o una crónica.
La plasticidad de una buena faena, toro-torero, no tiene comparación. El arte es apenas una mención; lo observado ocupa un espacio difícil de explicar; sólo los sentidos y la exaltación de los sentimientos abarcan todo, perdurando el tiempo.
El matador y el cachetero tienen la obligación de saber y hacer que la muerte del toro sea perfecta y rápida, exenta de artificios. Picadores y banderilleros deben cumplir cabalmente con su oficio.
El colorido de la fiesta complementa pero no es esencial.
Puede desaparecer el olé, pero es nimio. En Madrid se oye: ¡Bien, bien!, nítido y en aumento.
Una ley como la que está en ciernes no desfigura a un aficionado. Los derechos de las minorías son irrenunciables.