En múltiples programas televisivos con guiones sobre investigaciones policíacas, que actualmente se ven en Colombia, se identifican actividades de medicina forense. Allí se observan las personas dedicadas a este oficio y la tecnología disponible para llegar a diagnósticos más precisos, más allá del solo criterio médico o policial, basados en algunos hechos objetivos y en otros subjetivos.
Hoy se distinguen varias escuelas en medicina legal y medicina forense. Ambas relacionadas con la ley, pero de diferente concepción, aunque los resultados específicos deben ser obtenidos con aplicación estricta a los mandatos científicos y tecnológicos, bajo la tutela del análisis y la experiencia.
El término forense proviene del ejercicio inicial de expertos en los foros, legales, en donde se analizaban aspectos jurídicos sobre las lesiones y muerte de ciudadanos. Lo legal es una consecuencia de la necesidad de ayudar a que se cumpla la ley mediante aportes a la identificación de procesos y hechos finales.
Históricamente desde Hipócrates proviene esta actividad, cuando describió las alteraciones visibles en la cara de los cadáveres y denominaron a este hecho facies hipocorística. La medicina legal proviene de la concepción alemana imperante desde principios del siglo XVI; luego, con el transcurso de los siglos hasta el presente, las actividades se han hecho más técnicas, tanto que hace
50 años era inimaginable en Colombia lo que hoy sucede.
Ahora bien, la medicina legal no solamente es ejercida por médicos. Existen muchas profesiones que aportan al esclarecimiento de lesiones mortales o no. Hombres y mujeres, entre otros, actúan como microbiólogos, toxicólogos, químicos, físicos, genetistas, hematólogos, inmunólogos, laboratoristas, antropólogos, herpetólogos, expertos en balística y abogados, desde el reconocido italiano Cesare Lombroso.
En una época no lejana, jocosa y peyorativamente les decían a los médicos que practicaban la medicina legal: legistas, por aquello de estudiar el cadáver desde lejos. Las únicas herramientas eran los conocimientos anatómicos, los básicos legales y la honestidad.
La semana anterior falleció el actor David McCallum, que interpretaba a Donald Mallard, Ducky, en un extraordinario papel en la serie NCIS, que versa sobre aspectos de criminalidad naval. Inconfundible su figura, su vestir y los contenidos de cultura y conocimiento de las personas. Un verdadero patólogo forense: científico en diversas áreas, serio, oportuno y honrado. De una u otra manera recuerda al legendario doctor Quincy, interpretado magistralmente por Jack Klugman. Todo viene a la necesidad de formar médicos patólogos, entre ellos forenses. La Universidad de Caldas durante varias décadas tuvo el programa de Especialización en Patología, por motivos lamentables, que no son del caso analizar ahora, se suspendió la formación de patólogos. Quienes terminaron sus estudios en la Universidad han sido ejemplo de buenos patólogos, y varios de ellos están todavía en actividad en Manizales y otras ciudades.
La concepción del patólogo va más allá de la necropsia y de la autopsia, no son sinónimos. Actualmente las actividades dependientes de los procesos quirúrgicos ocupan en Manizales más del 99% del tiempo del patólogo. En casos muy especiales realizan estudios postmortem, completos o parciales. Hubo décadas en donde los estudios en cadáveres correspondieron a pacientes, con diferentes diagnósticos clínicos o quirúrgicos, que no incluían los casos legales, fueron una importante fuente de estudios para todos quienes estudiaban medicina, en pre y postgrado, e inclusive para ya graduados.
La premisa sigue estando vigente y no hay ningún modelo que reemplace de una manera adecuada, como se manda, la visualización, el tacto y el conocimiento de la génesis de la enfermedad, con su desarrollo y causas del término de la vida. Se ha dicho, y sigue siendo válido el concepto, que el cuerpo humano es un libro abierto. Se impone la reapertura del postgrado en Patología en Manizales.