Se conoce que la medicina es tan antigua como el hombre y ha sido ejercida por muchas clases de personas que han creído que su hacer es necesario y benéfico. Aunque es cierto, hay que considerar que las épocas en que han vivido pacientes y médicos o quienes hacen sus oficios son diferentes y en algunos casos diametralmente distantes.
Todo en el planeta se modifica ya sea por acción del ser humano o la naturaleza. La velocidad de la transformación depende de infinidad de factores no todos conocidos ni entendidos plenamente.
Generalmente, el paciente era un ser pasivo, le estaba negada toda participación en las decisiones de sus diagnósticos, terapias y rehabilitaciones. Aunque no siempre, las familias y a veces los allegados influían en el manejo del enfermo como un acto humanitario.
Poco a poco se ha ido imponiendo la necesaria contribución del paciente y sus cercanos congéneres en el manejo de todo el proceso de recuperación de la salud, inclusive en los estados terminales. Cada vez más se reclama este derecho, casi siempre aceptado por el paciente, en forma activa en silencio de aprobación.
Antier, la Organización Mundial de la Salud (OMS) promovió la seguridad del paciente, una labor que se ha ido divulgando, imponiendo y sancionando cuando no se cumple o se disfraza injustificadamente. La obligación es tener seguridad efectiva y no simplemente publicitaria ante la sociedad y quienes demandan servicios de salud.
Ahora se impone, por razones científicas, humanitarias y legales, ofrecer en forma activa a los pacientes seguridades en su atención. Por lo tanto, es indispensable considerar, independientemente que haya tratamientos que implican riesgos, minimizar o eliminar acciones u omisiones riesgosas para la integridad, incluyendo la vida, del enfermo y allegados.
La OMS ha recordado que es necesario crear conciencia en los pacientes, sus allegados y en el personal de salud y recomienda involucrar a todos quienes directa e indirectamente están ligados al paciente y su proceso en cualquiera de las fases. Urge que se acojan disposiciones para la participación de pacientes y sus allegados para preservar la seguridad de quienes están afectados.
Uno de los ejes que emplaza la OMS es darle responsabilidades al paciente en su proceso de recuperación como un mecanismo de atender a su propia seguridad como enfermo. Ello conduce a darle voz, u otro medio de expresión, para que se sienta comprometido. Con ello logra satisfacción al ser partícipe de su salud.
Esto implica una permanente comunicación libre, sincera y adecuada entre quienes están a cargo de su asistencia y el propio paciente o sus allegados
Ahora bien, se puede dar mayor seguridad a los pacientes en varios aspectos susceptibles de eliminación: error en la prescripción, confusiones pre y postquirúrgicas, infecciones y posibles sepsis, diagnósticos equivocados, caídas de los enfermos en los centros de atención, tromboembolias, úlceras de posición, transfusiones innecesarias, inexactitud en la identificación del paciente y riesgos en las inyecciones.
La cifras, unas son inconcebibles, de cada inseguridad son variables en las diferentes zonas y clases de instituciones. Definitivamente hay que acabar con la premisa de: aquí no ha pasado nada, y por lo tanto no se introducen acciones para mantener siempre la seguridad de los pacientes. No hay ningún centro exento de riesgo.
Entre los factores, en un momento dado pueden ser más de dos, que promueven la inseguridad a los pacientes están: lo complejo de las actividades médicas, la tecnología de información humanos, el mismo paciente y los relacionados con normas, compromisos financieros y cultura regional.
La seguridad del paciente es una obligación de todos quienes intervienen con el paciente, tanto directa como indirectamente. No hay disculpa por aparentemente bien intencionada y elaborada que se esgrima.
Nota: El mejor homenaje a Nicolás Restrepo Escobar, es declararlo Director Emérito