Firmar un Acuerdo con el Gobierno Nacional para la compra de tres millones de hectáreas a los ganaderos en condiciones de mercado parece fácil, pero no lo es; ni la firma ni su implementación.
No fue fácil salirse del esquema determinista de las ideologías, del lugar común de que los opuestos no pueden encontrarse, dejando a un lado lo adjetivo, que a veces estorba, para trabajar con el contrario en lo sustantivo, en la recuperación económica y social del campo como condición para la paz real, porque es en el campo donde operan con mayor intensidad todas las violencias.
Fácil o no, concluida la etapa de acuerdos en el qué, pasamos a las complejidades del cómo, a partir de principios también compartidos.
1. La buena fe, porque en ella descansa la confianza y nada se puede construir sin ella.
2. La transparencia, para no repetir errores del pasado en compras y asignaciones de tierras, y para darle confianza a una sociedad hastiada de corrupción.
3. La cooperación entre lo público y lo privado frente a un propósito compartido, al margen de ideologías y agendas ocultas.
4. La integralidad, que deriva en la acción coordinada de las instituciones del Estado hacia las nuevas comunidades, porque su carencia fue la causa de fracasos anteriores.
Sobre estos principios se desarrollarán las estrategias del cómo, frente a las cuales adelanto algunas sugerencias que hacen parte del documento de propuestas que presentaremos al Gobierno:
1. El concepto de núcleo: Fedegán, en su papel de facilitador, confeccionará listas de interesados en vender, buscando conformar núcleos zonales, primero, porque el campesino no está solo, sino en comunidades, pues la pobreza y el desplazamiento son fenómenos también colectivos; y segundo, porque el agrupamiento preserva el tejido social, facilita la confluencia de recursos del Estado y la prestación de servicios de extensión por parte de Fedegán y otras entidades.
2. La Ganadería Sostenible, como opción para el desarrollo de proyectos asociativos que garanticen núcleos de paisaje y condiciones ecológicas similares, como base para la implantación de Sistemas Silvopastoriles Intensivos, con mayor productividad, fijación de nitrógeno, captura de carbono y recuperación de biodiversidad, que permiten aplicar a programas de Pago por Servicios Ambientales, como segunda opción de ingresos.
3. La complementariedad: Cualquiera que sea la opción de utilización, debe ser prioritaria, pero no única, no solo por la inclinación del campesino a las actividades de pancoger (avicultura casera, huerta familiar, etc.), sino para tener fuentes adicionales de ingresos. La ganadería silvopastoril, por ejemplo, por su alta recuperación de biodiversidad, se complementa con la apicultura, una actividad de una importancia ambiental suprema y otra opción de ingresos.
4. La Asociatividad: La agrupación, la posibilidad de proyectos comunitarios y la confluencia de bienes públicos y servicios, desembocan en la asociatividad formal y demandan, como consecuencia, una política pública que la facilite. Solo asociados, los pequeños y medianos productores pueden convertirse en grandes, acercarse a los mercados sin intermediarios y ser protagonistas en sus mercados locales.
5. El fortalecimiento de la economía campesina: Lo uno lleva a lo otro, porque campesinos con tierra, agrupados “en fogoncito”, con atención “integral” del Estado, alternativas de ingreso y asociados formalmente, serán el motor que le imprima fuerza y velocidad a la economía campesina, para que sea complementaria de la producción empresarial y capaz de dar el siguiente paso, la agroindustria que surge desde la base campesina y la retiene en su entorno, generando bienestar y dignificando el campo como proyecto de vida. Así tendremos una clase media rural que mire el futuro con optimismo.
Esa es la verdadera paz…, la paz real.