Un empresario puso en parte visible de su planta industrial un aviso con el siguiente lema: “Aquí se consigue plata a la manera antigua: trabajando.” Los ricos han sido objeto de críticas y desprecio, sin distingos; mientras que los pobres, por ese sólo hecho, adquieren estatus de beatitud. Lo anterior, de dientes para afuera, porque la realidad social es muy distinta. El concepto de riqueza difiere según el origen de la fortuna, que puede ser heredada, ganada en actividades legítimas de variada índole o conseguida a través de maniobras tramposas o criminales, entre las opciones más conocidas. De la misma manera, intentando una clasificación, la pobreza proviene del medio social difícilmente superable, de la indolencia, pereza o desinterés y de costumbres desordenadas que degradan y empobrecen. Líderes políticos y religiosos suelen manipular los conceptos de riqueza y pobreza de forma ambivalente, como un asunto recurrente, según el caso. Es decir, los ricos son útiles como aportantes para causas electorales, sin importar el origen de la plata. Un dirigente colombiano, que manejaba la ironía con gracia y destreza, cuando le preguntaron si a su campaña habían ingresado dineros calientes, contestó: Yo no les tomé la temperatura. Y los mismos de quienes dicen los enunciados religiosos que tienen menos posibilidades de entrar al cielo que un camello de pasar por el ojo de una aguja, son los aliados más eficientes y generosos de jerarcas y curas.
Ubicando el tema en la política, para no incurrir en honduras teologales, el populismo de izquierda, clasificado en varios países latinoamericanos como “socialismo del siglo XXI”, recurre al crimen organizado para financiarse, porque es rico; y a los pobres, con dádivas y falacias, para conseguir sus votos, acudiendo a la lucha de clases, según la cual los ricos son los chupasangres de los pobres, causantes de todas sus miserias y carencias. Tal postura enfrenta la realidad planteada por ideólogos y estadistas de centro, que promueven y apoyan la creación de riqueza como instrumento insustituible de desarrollo y bienestar y procuran el equilibrio social, cuya más relevante y justa expresión es la clase media, porque es un imposible de lógica elemental que todos los humanos sean ricos y son aberrantes los índices de pobreza extrema, que pueden superarse a través de la tributación y el buen manejo del erario, que ha sido botín de pirata de todas las formas de corrupción, asunto en el que los mañosos son sorprendentemente creativos.
Inducir los políticos populistas a la lucha de clases es un argumento trasnochado. La realidad es que el narcotráfico, cuando se destapó, le puso el ojo al Estado para adueñarse de todas las instancias gubernamentales financiando candidatos que, después de elegidos, tenían que revertir los apoyos con recursos públicos que debían destinarse al desarrollo económico y a garantizarle a la comunidad empleo, salud, vivienda, educación…y demás beneficios esenciales para el equilibrio económico y la seguridad social; ésta, fundamental. Otra cosa: enfrentar a ricos y pobres, son delirios de populistas despistados, que conducen al caos.