La sabiduría popular es el origen del conocimiento elemental, base de la filosofía, las ciencias y demás expresiones del saber, que forman el universo del conocimiento y son la fuente donde bebe la cotidianidad de la vida humana. Al agregado de una finca cafetera en el Quindío, hombre de campo, con el bagaje de unos años de escuela, cuyos conocimientos alcanzaban apenas para saber leer y escribir y practicar las cuatro operaciones básicas de la aritmética, cuando oyó a su patrón quejarse de la mala situación económica del país, le dijo: “Vea, don Ernesto, lo que hace que me conozco, estoy oyendo decir que la situación está muy mala y que en Honda hace mucho calor. Y nada de eso ha cambiado. Lo único que lo salva a uno es trabajar y, como decía mi mamá, echarles “nudo ciego” a los centavos, guardando algo para las épocas duras, sin gastar en vicios y ociosidades”.
En la década de los 90 del siglo XX, cuando, debido a circunstancias favorables para Colombia en la balanza comercial internacional, crecieron los ingresos de divisas, el ministro de hacienda de la época, un señor de muchas campanillas académicas, decidió que, dados los altos costos de producir alimentos y otros artículos de consumo doméstico, era mejor importarlos, aprovechando el alud de dólares. Comenzó entonces el festín de adquirir en otros países productos agrícolas de los que Colombia era autosuficiente, y exportaba excedentes, y de llenar las vitrinas de fruslerías y embelecos, para satisfacer vanidades. Además, se estimuló el contrabando con dólares mafiosos.
El sentido práctico a veces es esquivo a la soberbia de quienes manejan economías en desarrollo, basados en teorías aprendidas en universidades de Europa y Estados Unidos, de espaldas a la realidad de su país. Del pragmatismo dieron lecciones culturas precolombinas, cuyos líderes administraban el poder con auténtica sabiduría. Por desgracia, la cruz y la espada de los conquistadores las arrasaron.
Julián Chica Cardona (Filadelfia, Caldas, 1955), en su libro “El origen de Tucurumbí” (Editorial El Buitre Negro, Pereira, 2022), poético y sabio, con una edición e ilustraciones de joyería, menciona a Tataquí, una de las damas que preparaban a la joven hija del cacique fallecido para que asumiera las responsabilidades del poder heredado, quien decía: “Después de las batallas por el oro llegaron el hambre y las enfermedades, porque aunque nos defendimos, el oro no se come y nos olvidamos que éramos gente de maíz. Padre Maíz nos da el entendimiento, la fuerza y la sanación. Él nos mantiene unidos a la vocación de la labranza y la celebración cuando festejamos con la chicha. En la fertilidad que se aviva en la semilla está el misterio de sus multiplicaciones. (…) ni las doncellas ni los sanadores lograron despertarme hasta cuando el olor de una mazorca asada me regreso a este mundo del medio. (…) Esa madrugada los quimbayas supieron que la nación de la sal, del oro y de la guadua iba a tener un heredero y se llamaría Tucurumbí (…)”. Tú, significa bienvenido y compañero; y Kurumbí, sitio del maíz, en lengua Quimbaya.