Silvio Villegas Jaramillo, cuyo fallecimiento se produjo hace 50 años, fue un político e intelectual caldense relevante, a cuyo nombre están asociados dos movimientos que hicieron historia. Como escritor y orador, hizo parte de la escuela grecolatina, caracterizada por el lenguaje ampuloso, cargado de adjetivos, preciosista y de exquisita pureza idiomática. Los críticos bogotanos lo motejaron como “greco-caldense”. Como político, Silvio, conservador doctrinario, junto con un grupo de congresistas copartidarios suyos, en la época de la república liberal (1930-1946), hizo parte de Los Leopardos, oradores brillantes y aguerridos, de exquisita cultura humanística, críticos implacables de los gobiernos liberales. Su oposición marcó un hito en la historia política de Colombia, por la oratoria grandilocuente y el sectarismo partidista.
Hace poco más de 60 años este columnista trabajaba en Manzanares (Caldas) y fue testigo de un episodio que merece recordarse. Se adelantaba una campaña electoral en la que fue protagonista el entonces exdictador Gustavo Rojas Pinilla con sus argumentos de la yuca, tubérculo que exhibía en sus discursos para destacar la importancia de apoyar la agricultura. El general aspiraba a regresar al poder con su partido Alianza Nacional Popular, que había conquistado numerosos seguidores. Conservadores y liberales del Frente Nacional lo confrontaban. Anunciaron la visita a Manzanares del general y su comitiva y trabajo les costó a los amigos de don José Botero, dueño del Hotel Manzanares, fiel seguidor de Laureano Gómez, convencerlo de que alojara a los visitantes y prestara los balcones de la casona, que daban a la plaza principal, para que se dirigieran a sus seguidores. “Usted no se puede dar el lujo de dejar ir esa plata; cobre caro, pero atiéndalos”, le decían. Cuando estaba en su apogeo el evento del general Rojas, apareció en la parte baja de la plaza otra comitiva política contraria, encabezada por Silvio Villegas, y se instaló en un balcón de la casa de don José Noé Bedoya. El alcalde militar, mayor de la policía Hugo Ortiz Prada, con las pocas unidades de policía disponibles, tendió un cordón por la mitad de la plaza, para separar las dos manifestaciones.
Ya se había dirigido a sus simpatizantes Rojas Pinilla, cuando tronó al otro lado de la plaza la voz de Silvio Villegas, con su peculiar pronunciación, que cambiaba las oes finales por úes alargadas (no creuuu), y para rematar su elocuente perorata dijo: “(…) Yo no creo que los godos de Manzanares, que bebieron la doctrina en las fuentes de Caro, Cuervo y Mariano Ospina Rodríguez, y han seguido los caminos señalados por Laureano Gómez, Ospina Pérez y Alzate Avendaño, vayan a dejar los senderos que éstos les señalaron por seguir las huellas de un sargento analfabeta”. Se prendió la mecha y explotaron ambos grupos en contienda, formando tal pelotera que los policías fueron incapaces de controlarla.
Mientras anapistas y frentenacionalistas se arrancaban las mechas en la plaza de Manzanares, Silvio y su comitiva, que se habían escurrido por la calle de abajo para salir del pueblo, celebraban el acontecimiento en Mesones (vía para Manizales), entre aguardientes y fritanga.