“(…) del llano a la cumbre y de la cumbre al llano (…)”, como los potros del poeta Rivera, tan veloces que “sienten llegar el retrasado viento”, los avances científicos y tecnológicos, y los sucesos que son noticia, suben y bajan, con intensidad y rapidez, para mantener a la comunidad perpleja o alborozada, merced a los medios de comunicación, cada vez de mayor alcance, que la tecnología de las comunicaciones y la publicidad han impuesto como indispensables. El fenómeno, utilizado por la maldad, contiene información y propuestas diversas que deben recibirse con prevención, para evitar caer en las trampas que arman quienes utilizan la tecnología de redes para cometer delitos como robar información personal, vaciar cuentas bancarias, seducir mujeres para la trata de personas, apoyar causas políticas extrañas y un largo etcétera. En cambio, el recurso de obtener a un clic información requerida para cualquier necesidad de trabajo o estudio es una ayuda eficiente y de fácil consecución, acertada en un alto porcentaje. Así como escribir en procesadores de palabras con ayudas de traducción, sintaxis y ortografía; y la facilidad de corregir sin digitar nuevamente (antes mecanografiar), lo que hace más fácil producir textos de buena calidad, al menos en la redacción, porque las ideas, las opiniones y los hechos que se escriban son de responsabilidad exclusiva del autor. En esto no tiene nada que ver la computadora.
Así como en el transporte se pasó de la mula al avión en un lapso muy corto, los medios de difusión han crecido en cantidad y cubrimiento a velocidad de crucero. Los primeros vuelos de aviones con motores de explosión cubrían largas distancias con numerosas escalas de abastecimiento, y limitados cupos de pasajeros y carga. Los jets supersónicos actuales cruzan los continentes en pocas horas, transportando centenares de viajeros y grandes volúmenes de carga. Además, con altos índices de seguridad.
Los hechos sociales y políticos son cíclicos, y suben y bajan, para bien o para mal. En una democracia imperfecta, como la colombiana, pero aún respetuosa de la voluntad popular, en el breve espacio de cuatro años se cambia el estilo de gobierno, sujeto, más que a intereses de la comunidad, a conveniencias personales de políticos de oficio, administradores de recursos para conseguir las mayorías necesarias para que los candidatos alcancen el beneficio de las urnas. Cuando a los tales no se les cumplen las aspiraciones, cambian de bando y alteran los procesos, para que se tenga que “barajar y volver a dar” en el estudio de proyectos legislativos. En medio de esto, dentro del actual gobierno colombiano se arma un rifirrafe entre funcionarios cercanos al mandatario, con episodios como sacados de novelas de misterio. Y en el hervor de estos hechos, aparecen milagrosamente cuatro niños perdidos en la selva por 40 días y estalla el júbilo nacional. Pasan entonces a la reserva noticiosa supuestos robos e interrogatorios y “chuzadas” estilo Gestapo, KGB o DAS. Y, como en las novelas seriales, hasta el próximo capítulo.