Uno de los elementos esenciales para lograr sociedades exitosas, equitativas y justas, es el buen liderazgo. Para comprender mejor esto, empecemos por recordar la definición tradicional de liderazgo, entendida como esa capacidad de influir sobre una comunidad para realizar unatarea específica sin ningún tipo de presión.
Ahora bien, es bueno tener claro que los líderes no nacen, los líderes se hacen, esto quiere decir que el carácter de líder se adquiere por voluntad propia, que es decisión personal de cada uno llegar a hacerlo. Para ello, obviamente debemos formarnos, adquirir una serie de habilidades y competencias que nos van a permitir influir e inspirar a comunidades con el fin de que actúen de alguna manera específica, independiente del rango, del ámbito en el cual nos movamos y de la tarea que estemos desarrollando. Es de esta manera que lo logramos, recordemos que a los verdaderos líderes no se les da esta categoría a través de decretos o contratos de trabajo, los buenos liderazgos se ganan.
Como complemento a lo anterior, la teoría ha identificado varios tipos de liderazgo; empecemos por el denominado Laissez Faire, cuya principal característica es que el líder literalmente deja hacer, estando más enfocado en los resultados, confiando mucho en sus equipos, obviamente sin dejar de estar presente. El Liderazgo Democrático, lo promueve el líder que motiva e invita a sus equipos a que participen activamente con ideas, propuestas y decisiones; el Liderazgo Autocrático, más parecido a una jefatura que a un verdadero liderazgo, en este el jefe ordena y los demás simplemente obedecen; el Liderazgo Transaccional que es beneficioso para todas las partes, ya que se fundamenta en la promoción de bonos y premios para los colaboradores por resultados superlativos; y el Liderazgo Transformacional, fundamentado en el crecimiento de la gente, de los colaboradores.
Lo que debemos lograr es construir nuestro propio modelo de liderazgo, tomando ingredientes de cada uno, para lograr la mezcla que mejor se acomode a nuestra forma de ser y de actuar, que a su vez nos permita ejercer una influencia positiva sobre los demás.
A mi juicio, hay uno adicional que es transversal a todos y esencial para ejercer exitosamente un buen liderazgo, y es el Integral, que se fundamenta en el manejo y control de nuestra propia vida. Es impensable que quien no es competente para liderar su propia vida, tenga las herramientas suficientes para liderar la de los demás. Por lo tanto, desarrollarlo debe ser un requisito fundamental para todo líder.
En la vida cotidiana, nos encontramos con aparentes “liderazgos” que distan mucho de lo que hemos venido analizando. Liderazgos fundamentados en el ego, en la arrogancia y el poder, que más bien se dedican a hacer todo lo contrario a influir, motivar e inspirar; sólo atropellan y van dirigidos al beneficio de quienes los profesan; precisamente estos son los liderazgos que desenamoran. Estos liderazgos se han ido multiplicando en nuestra sociedad de una manera aterradora, conduciéndonos al descontrol, la desesperanza y falta de motivación.
Cómo hacen de falta también en el deporte los buenos liderazgos, dentro y fuera del campo, esos que motivan y nos hacen sacar lo mejor de nosotros para ganar competencias.
Si ponemos los ojos en el ámbito político, podemos ver que los buenos liderazgos han ido desapareciendo dramáticamente. Muchos de los actuales protagonistas en este campo, prefieren soportar su discurso en la mentira y la ficción para lograr sus objetivos, que no son otros que sus propios beneficios; aprovechándose vilmente del desespero y la esperanza de los incautos electores.
En esta oportunidad quiero hacer una invitación a que una vez más hagamos conciencia, una verdadera conciencia que nos permita, por un lado, formarnos para ser unos líderes que de verdad transformen positivamente la sociedad, y por el otro a abrir los ojos y no dejarnos influenciar y manipular por esos simulacros de liderazgos que desenamoran.