En la campaña electoral que lo llevó a la presidencia, en una entrevista Felipe González aseguró: “El cambio consiste en que España funcione.” El cambio de Petro parece consistir en que Colombia no funcione.
Y se predica lo anterior, porque los principales temas de la administración Petro bien pueden encuadrarse en aquello que se conoce en derecho como “la deviación de poder”. Según L. Laferriére, “es el vicio consistente en usar un poder legal, haciéndolo servir a objetivos distintos del bienestar general para los que ha sido instituido”.
Fernando Fernán Gómez, académico de la lengua española, escribió una simpática trama, en la cual todo un Consejo de Ministros se dedica a indagar -a cuál de ellos mejor y en mayor cantidad- por pretextos legales para perjudicar a los opositores al gobierno. Me imagino que con el Presidente y a su lado el poco saludable y muy desabrido ministro de salud allí sentados, algo semejante debe de ocurrir en el Palacio de Nariño
En esto de gruñir anda por ahí este señor gobierno. Y además busca más y más control, más y más dinero; y menos y menos espacios para la ciudadanía. Con desviaciones de poder.
Sus gestores de paz no lo son para conseguir esa finalidad, pues no sirven para ello pero sí para cumplir compromisos electorales. Mancuso ya no puede aportarle a la paz como gestor de la misma, pues lleva 20 años en prisión en el extranjero, pero sí puede servir para vengarse, calumniar, enredar y comprometer a opositores del gobierno.
La reforma a la salud lo que busca es centralizar todos nuestros aportes, para que los maneje un subalterno de Petro. La reforma pensional no soluciona esta problemática, sino que, igual, concentra en manos de otro de sus subalternos los recursos de los cotizantes a la jubilación. La reforma laboral no genera nuevos empleos, más bien desanima su creación, pero sí favorece a una petrista minoría sindicalista. El superintendente de subsidio familiar, arbitrariamente, interviene más y más cajas de compensación, para designar a sus administradores y así manejar indirectamente esos cuantiosos recursos.
En unos años no habrá aquí petróleo ni gas ni carbón, pues Petro ha prohibido las nuevas exploraciones. Estos renglones representan el 48% de nuestras exportaciones. Y en unos años habrá que importarlos. ¡Con qué dólares y a qué precio de la divisa! No le importa. Aunque Colombia solo contribuye en un 0.4% a los gases del cambio climático, esa bandera del calentamiento global y contra el petróleo, tergiversada le sirve al presidente para aspirar -aspirar solo- a convertirse en líder mundial. Objetivo tan desmedido como que le impide a Petro “resistirse al insidioso encanto de la estupidez”. Pero, eso sí, eso se constituirá en una mortal futura herida a la economía nacional. Será, según el refranero español, un “allegador de la ceniza y derramador de la harina”.
Hitler, a quien tanto convoca el presidente como ejemplo negativo, para congregar a los alemanes pretextó eso de que los judíos eran el enemigo, y procedió a masacrarlos; pretextó la superioridad de la raza aria, y procedió a exterminar a los gitanos; pretextó que Alemania necesitaba el “lebensraum”, o espacio vital, y procedió a invadir a sus vecinos y a otros de más allá. Igual la guerra, su desviación del poder.
Así vamos aquí, procederes así, con pretextos y más pretextos, así. Fatales pretextos.
Si aquí la izquierda criolla consiste en las falsas reformas o las reformitas o las perjudiciales reformas del gobierno, yo asumo para esa izquierda petrista y colombiana, lo que Camilo José Cela aseguró de los españoles: “aquí el único verdadero izquierdista ha sido el oso de Favila”.
Este rey Favila, asturiano hijo de don Pelayo el héroe de la reconquista española contra los árabes, reinó dos años, breve lapso, pues estando de caza en el año 739 se encontró con un fuerte oso, lo arremetió, falló y murió en sus garras.
El 14 de mayo de este año de 2023, los republicanos -de izquierda ellos-, antimonárquicos de Asturias, en la población de Llueves celebraron el aniversario del suceso rememorando a su compadre de ideología, “el oso regicida”, aplaudido en muñecos de peluche.
Aquí tenemos un gobierno que hace el “oso”, y dañino, además, dentro de su izquierda. Y no me he podido acordar quién fue aquel que aseguró que existían varias maneras de gobernar, una de ellas mediante la farsa.