Quiero pensar que algunas organizaciones: operadores turísticos, agencias de viaje, proveedores de alojamientos, entidades deportivas, parques temáticos…, que decidieron conjuntar sus saberes y experiencias, bajo la denominación de Asociación de empresarios de turismo de Caldas, están pensándose realmente como actores de un turismo sostenible. Este hecho les obliga a caminar por la senda en la que más que elaborar planes de recuperación de este golpeado sector, han comenzado a transitar por la vía de la transformación del mismo. Obvio, no es lo mismo recuperar que transformar. Los tiempos cambian y ya no somos los mismos. Ésta debería ser la respuesta a la pregunta qué hemos aprendido de la pandemia que tan fatalmente nos golpeó a todos, sin excepción.
Es fundamental considerar que el modelo de desarrollo turístico en estas economías nuestras, en las que los recursos son finitos y limitados, está condenado a buscar mil formas para garantizar su supervivencia, lo que conlleva poder decir que se trata de un modelo suicida. Por ello, y en aras de contrarrestar este sinsentido es imprescindible una reflexión juiciosa y muy crítica sobre las formas de viajar, de disfrutar, de conocer y de descansar en el ámbito de las sociedades de consumo. De igual manera, conviene pensar las maneras como se informan y se comunican todas las iniciativas de promoción del turismo.
Las iniciativas impulsadas por las organizaciones y movimientos deben ser pensadas en el marco de un turismo responsable. Hay que establecer prioridades en busca de contribuir con el desarrollo del territorio caldense. Estas organizaciones son fundamentales para la preservación del medio ambiente, para lograr beneficios para las economías locales y materializar un turismo con sentido, todo bajo los valores de la colaboración (que no competitividad), la solidaridad, la justicia y la equidad. Un turismo responsable, con sentido debe promover el desarrollo local de las comunidades receptoras, así como contribuir con la protección y conservación de los recursos y condiciones naturales de los territorios.
Hay que fomentar y estimular la responsabilidad de los viajeros (que no turistas) e instarlos al respeto por las culturas locales y generar unos cambios interpersonales horizontales. Éstos -al igual que las organizaciones y movimientos- no deben olvidar que las evidencias medio-ambientales del cambio climático, la contaminación del agua, de la tierra y del aire, así como la pérdida de la biodiversidad e, incluso, el agotamiento de las materias primas, los recursos y las fuentes de energía deben ser protegidas.
En el contexto de la crisis ecológica, energética y climática que atravesamos, las organizaciones agrupadas en la mencionada Asociación de empresarios de turismo de Caldas, emergen como una potencial solución de presente y de futuro, en el sentido en que, seguramente se pensarán como actores de un turismo sostenible que buscan una transformación socio-cultural que incida directamente en un cambio esencial de la forma como los viajeros hacen turismo.
Las actividades turísticas deben transitar por el camino de poner la vida en el centro, de hacer que la economía esté al servicio de las personas, y estimular la sostenibilidad social y ambiental como norma de un nuevo modelo económico productivo y de desarrollo. Los caldenses nos lo merecemos.
Coletilla: El término ‘empresarios’ quizás no sea el más adecuado, si lo que se quiere es estimular el turismo, sobre todo, el comunitario. De igual manera, la palabra ‘turista’ hoy en día, no es la más adecuada. Viajero, es más acorde, si lo que se pretende es fomentar el respeto y el cuidado por las tradiciones y cosmovisiones de las comunidades locales.